Las autoridades estadounidenses han informado de la venta de unas 4 toneladas de soja al país asiático, con otras 3 asignadas a "destinos desconocidos", lo que "siempre se ha considerado como un sinónimo de China", según la consultora especializada Walsh Trading, que estima en ese total de entre 7 y 7,5 toneladas las compras.
Esto supondría que Pekín va camino de cumplir con su compromiso de comprar 12 millones de toneladas -principalmente a través del gestor estatal de reservas cerealistas Sinograin-, aunque la información matiza que todavía no se han producido apenas envíos, lo que eleva los temores a posibles cancelaciones en el futuro.
"Nuestros acuerdos comerciales, que siempre han sido así, permiten a China reservar ventas para envíos futuros. Pero si Brasil o Argentina tienen una cosecha grande, pueden cancelarlos en cualquier momento", explicó el vicepresidente de Walsh Trading, Sean Lusk.
Según el experto, tan solo un par de cargamentos han partido con destino a China hasta el momento, por lo que recomienda prestar atención entre febrero y marzo a las cosechas sudamericanas, de las que se esperan unas cifras récord que podrían reducir los precios y, por consiguiente, los incentivos de Pekín para comprar a EE. UU.
En cualquier caso, estas recientes operaciones suponen un giro de 180 grados con respecto a la situación vivida durante meses: tras la escalada arancelaria iniciada por el presidente estadounidense, Donald Trump, China redujo prácticamente a cero sus compras de soja al país norteamericano durante casi medio año, lo que se tradujo en un desplome de los precios y en apuros para los productores.
Tras los acuerdos firmados a finales de octubre entre Trump y su homólogo chino, Xi Jinping, el secretario estadounidense del Tesoro, Scott Bessent, ofreció la mencionada cifra de los 12 millones de toneladas hasta febrero, agregando que China se comprometía a elevar sus compras a al menos 25 millones anuales hasta 2028.
No obstante, este agresivo reinicio de las compras también ha supuesto que Sinograin acometa subastas urgentes para hacer hueco a las nuevas importaciones, ya que la capacidad de almacenamiento en el gigante asiático está prácticamente al límite.
Pekín llevaba ya tiempo preparándose para resistir sin soja estadounidense, elevando las importaciones desde Sudamérica -por ejemplo, desde Argentina, Brasil o Uruguay-, impulsando la producción local o incluso recortando su uso en la alimentación del ganado.