Jóvenes emprendedores rurales sanignacianos

Celsa Noemí Portillo Ferloni, de 30 años, vive en la compañía San Benito del distrito de San Ignacio Guazu y tiene una familia con una hija de 11 años y un hijo de 6. Su historia es representativa de las mujeres jóvenes dedicadas a la agricultura familiar campesina en la zona de Misiones.

Celsa Portillo trabaja en la agricultura familiar. Acá una imagen con poroto que ella misma cosecha.
Celsa Portillo trabaja en la agricultura familiar. Acá una imagen con poroto que ella misma cosecha.

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Desde niña, Celsa Portillo participó y aprendió las tareas de la agricultura familiar y en la actualidad se dedica al trabajo rural en su finca, cuenta con algunas vacas a través de las cuales vende leche y produce queso paraguay, mantiene una chacra con pastura para los animales y cultiva maíz, poroto, mandioca, batata y también posee una huerta destinada al consumo familiar y la venta que le genera algunos ingresos económicos.

Celsa Portillo es conocida como una joven fuerte, decidida y transparente. En el año 2017 fue invitada por el CEPAG (Centro de Estudios Paraguayos Padre Antonio Guasch) a participar en la ejecución del proyecto “Ñande Yvy Ñande Rapo” a través del cual conoció a otros jóvenes de las zonas rurales de San Ignacio. El proyecto consistió en una serie de capacitaciones sobre elaboración de plan de negocios y ejercicio de ciudadanía con perspectiva de género y también incluyó el financiamiento parcial de un emprendimiento productivo elegido por cada participante, Celsa eligió el rubro de producción de lácteos. Al finalizar la ejecución de dicho proyecto, los participantes conformaron el grupo de Jóvenes Emprendedores Rurales Ignacianos (JERI) en el que Celsa es síndica.

-¿Qué aspectos positivos rescatas de tu participación en el proyecto Ñande Yvy Ñande Rapo?

-A mí me llenó de motivación encontrarme con más jóvenes que estaban más o menos en la misma situación que yo, sabemos que en el campo es difícil contar con ingresos fijos como un salario y las capacitaciones nos ayudaron a tener en cuenta los costos de las inversiones y otros temas importantes a la hora de definir los precios de nuestros productos. Hay mucho sacrificio por detrás de cada kilo de mandioca y tenemos que capacitarnos y luchar también para reclamar un precio justo de todos los alimentos que se producen en el campo.

-¿Y qué nos podes comentar sobre tu pertenencia al grupo de JERI?

-A través del grupo también me inspiré para continuar mis estudios secundarios que no había terminado en su momento. Este año estoy en el último año en un Centro Educativo para Jóvenes y Adultos y ya voy a terminar mi educación secundaria, después me gustaría seguir estudiando también y estoy pensando en las posibilidades, de acuerdo a las carreras que hay en San Ignacio y de acuerdo a mi economía. Es importante contar con un grupo a través del cual podemos gestionar proyectos que nos ayuden a mejorar nuestros emprendimientos, aunque a veces nos cuesta igual seguimos trabajando.

-¿Qué desafíos individuales y grupales ves para el futuro?

-Y tenemos que seguir construyendo nuestra organización para que nos pueda servir también, hay muchos requisitos por parte del Estado para llegar a conseguir algún proyecto y como jóvenes campesinos necesitamos apoyo para producir y mejorar nuestra calidad de vida, no solo trabajar de sol a sol y seguir en las mismas condiciones.

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