Cada diciembre, la cuadra Tte. Mendoza del barrio General Díaz de la ciudad de Pilar deja de ser una calle más para convertirse en un punto de peregrinación, de recuerdos y de asombro.
Allí, un grupo de vecinos levanta un pesebre gigante que ya se consolidó como uno de los atractivos turísticos más visitados de la ciudad durante las fiestas de fin de año.
La iniciativa nació hace cinco años, de manera sencilla, en la casa de Natalia Jiménez. El pesebre, armado inicialmente en el interior de la vivienda, comenzó a recibir visitas de personas de distintos puntos de Pilar y de otras ciudades.
Ante esa respuesta espontánea, decidieron llevarlo a la vereda y, con el tiempo, sumar ideas para hermosear toda la cuadra con adornos navideños.
Ese trabajo colectivo fue creciendo año tras año, hasta coincidir con la propuesta municipal del concurso de “La cuadra más linda”, lo que terminó de impulsar una puesta en escena que hoy deslumbra por su tamaño, su contenido simbólico y su profundo arraigo cultural.
Natalia Jiménez recordó que cada vecino aporta su tiempo y su esfuerzo para mantener viva la tradición. “Todos colaboran para adornar la cuadra. Cada estación del pesebre tiene un significado y remite a las antiguas costumbres de Pilar”, señaló.
El pesebre está decorado con eucaliptos y algodón, símbolos del trabajo que dio identidad y sustento a la ciudad a través de la antigua Manufactura. A ello se suman las tradicionales figuras de barro: ovejas, vacas y el burrito, junto a la imagen central del Niño Jesús, acompañado por la Virgen María y San José. Para preservar las figuras, el frente fue protegido con plantas de caraguatá y espinillos.
“El pesebre es símbolo de unidad, de fraternidad y de compartir en familia”, destacó Jiménez. Desde la instalación de la iluminación, la concurrencia aumentó notablemente. “Los niños vienen, admiran los animales y aprenden cosas que no sabían”, agregó.
Un homenaje con materiales reciclados
Este año, la decoración adquirió un valor aún más profundo. Los vecinos decidieron rendir homenaje a los antiguos trabajadores de la fábrica de tejidos, conocida como el pulmón económico de Pilar en una época en la que la ciudad permanecía aislada y olvidada por las autoridades de turno.
“Estamos decorando la cuadra con materiales reciclados y en homenaje a los fabriqueros, quienes dieron vida a la ciudad en la época dorada del algodón”, subrayó Jiménez. En distintos sectores de la cuadra se recrean escenas del trabajo fabril y también recuerdos de las emblemáticas pistas de baile de aquellos años, como Blanco y Negro y Las Tres Marías.
“Tenemos toda una puesta en escena en homenaje a ellos”, explicó.
Nada de este trabajo fue improvisado. La planificación comenzó a mediados de julio, con la participación de artesanos de Pilar, Areguá e Itá. La colaboración vecinal fue clave para transformar la cuadra en un espacio cargado de símbolos, memoria y espíritu navideño.
Hoy, el pesebre gigante no solo atrae a visitantes, sino que también mantiene viva la historia de Pilar y rinde tributo a quienes forjaron su identidad. La cuadra, decorada con motivos navideños y los nombres de los fabriqueros que ya no están, es protagonista en el concurso organizado por la Municipalidad, pero, sobre todo, se reafirma como un ejemplo de unidad y pertenencia comunitaria.