El paso paraguayo de Fidel

Fidel Castro, fallecido líder de la revolución cubana y señalado como dictador de la isla, pisó una sola vez suelo paraguayo, en agosto de 2003. Durante su visita de varios días, elogió al Paraguay y llenó un auditorio de gente que buscaba escucharlo.

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Agosto de 2003. Nicanor Duarte Frutos se preparaba para jurar como el quinto presidente desde la instauración de la era democrática en Paraguay. A pesar de su larga militancia en filas del Partido Colorado y de haber sido ministro de Educación de dos presidentes de esa misma agrupación política (Juan Carlos Wasmosy y Luis Ángel González Macchi), el político había llegado con la promesa de cambios estructurales.

La campaña electoral de Duarte Frutos ofreció importantes diferencias cualitativas en lo que respecta a la retórica tradicional del Partido Colorado, lo cual merece atención por varias razones. En principio, durante el último año de la inepta administración de González Macchi (1999-2003), Duarte Frutos logró presentarse hábilmente como el leal defensor de la administración colorada al tiempo que criticaba el desempeño del Gobierno. Consiguió distanciarse así del descontento general hacia el Presidente, aunque manteniendo siempre su imagen de colorado leal.

En segundo término, en lugar de limitarse sencillamente a promover reformas superficiales, Duarte Frutos prometió un cambio político, social y económico más profundo, planteando sus propuestas como "un proceso revolucionario en lo político en lo económico y en lo social, todo ello en el marco de la democracia". Es decir, era un colorado que utilizaba un discurso progresista alineado con los gobiernos que habían ganado terreno en nuestro continente y que tenían como “maestro” al cubano Fidel Castro.

Fue en ese marco que Castro aceptó la invitación para acudir a la toma de mando de Nicanor Duarte Frutos, el 15 de agosto de 2003.

Castro llegó a territorio paraguayo en la madrugada del 14 de agosto de 2003, a bordo de una aeronave de Cubana de Aviación. Fue uno de los primeros mandatarios que llegó a nuestro país y probablemente el que más llamaba la atención de entre los 70 jefes de estado que acudieron en aquellos días.

Cuando llegó por primera vez al Paraguay, Castro tenía 77 años encima y 44 en el poder. Llegó con su uniforme de comandante, saludó y accedió a una breve entrevista con la prensa. En el aeropuerto se encontró con Hugo Chávez, bastante más joven, enérgico y locuaz, y con una delegación encabezada por Juan Carlos Galaverna.

En principio su llegada estaba prevista para las 04:00 y ya desde las 02:00 había gente esperándolo, principalmente encargados de protocolo, pero una pertinaz llovizna provocó un retraso y el vuelo arribó a las 05:45 al Silvio Pettirossi.

Galaverna, con su habitual locuacidad, manejó casi toda la entrevista con Fidel y se ubicó al lado de él en todo momento a la espera de las fotos de rigor.

Los fotógrafos, encima de unas tablas, pedían a Fidel un saludo, el cual llegó después de que un joven de Patria Libre, que pudo ingresar al lugar con un carnet de servicios, le dijo: “El pueblo está contigo, comandante”.

Giró hacia los periodistas apostados en el lugar y dijo: “Perdón por haberlos hecho despertar tan temprano” e ingresó a la sala de recepción de mandatarios del hangar presidencial. A su salida, habló brevemente con los periodistas. Con Paraguay “podemos hacer todo. Es un pueblo muy valiente y heroico”, manifestó. Veía a América Latina “muy bien”' y al ALCA “muy mal”. La llegada del mandatario cubano había puesto fin a un largo distanciamiento entre Paraguay, habitualmente alineado a las políticas externas de los Estados Unidos, y la isla caribeña.

Castro no dudó en mostrar su cercanía con Nicanor Duarte Frutos, con quien compartió una hora de conversación durante la jornada previa a la asunción presidencial. El paraguayo le presentó a su familia, incluidas su madre y suegra, además de sus principales colaboradores en el Palacio de López.

Esa misma noche, Fidel compartió una cena de despedida al saliente presidente Luis González Macchi. Además del líder cubano estuvieron presentes el entonces presidente de Argentina, Néstor Kirchner; de Bolivia, Gonzalo Sánchez de Lozada; de Chile, Ricardo Lagos; de Uruguay, Jorge Batlle; la vicepresidenta de Taiwán y el príncipe Felipe de España.

Castro llegó a Paraguay unas horas después de su cumpleaños número 77 y por ello le prepararon hasta una torta especial durante uno de los eventos a los cuales asistió. La misma se hizo de naranja con relleno de mousse de limón, mousse de dulce de leche, merenguito con chantilly, acompañada de salsa de frutilla. La torta fue decorada de blanco y en el centro llevaba entrecruzada la bandera de Venezuela y Cuba.

Como al Mandatario cubano le gustaban las flores, la decoración también fue hecha con este detalle. En el centro podía leerse “Feliz cumpleaños, Comandante!” La responsable de preparar el manjar fue Verónica Ferrario.

Realmente fue una torta muy especial, ya que fue elaborada delante de tres personas de la seguridad de Castro, quienes estuvieron en la confitería El Café el día 13, desde las 20:30 hasta las 23:00, hora en que se terminó de armar el postre.

Castro fue protagonista de uno de los hechos anecdóticos durante el saludo protocolar al recién asumido presidente Duarte Frutos. Cuando vio que los fotógrafos apostados en el lugar le pedían que los mirara para captar el momento, se dirigió a ellos.

Saludó primero con la mano izquierda, con la derecha y luego uniendo ambas. “Con la izquierda, con la derecha, con las dos juntas, por qué no”, expresó el entonces presidente cubano.

Castro no solo asistió a la asunción presidencial, sino que prologó su primera y única visita paraguaya durante varios días más. El sábado 16 de agosto, acudió hasta el Panteón de los Héroes, donde unas 2.000 personas se concentraron mientras él depositaba una ofrenda floral.

En la ocasión, el líder de la revolución cubana elogió al pueblo paraguayo por su valentía, al haber soportado dos guerras internacionales que devastaron su población, a pesar de lo cual resurgió.

Fidel Castro expresó su admiración por el pueblo paraguayo y se interesó en aspectos de la historia de nuestro país, durante el recorrido que hizo por el Panteón de los Héroes y demostró tener conocimiento de algunos acontecimientos históricos del Paraguay. Dijo que no recordaba el caso de otro pueblo en el que el país hubiese quedado literalmente destruido y, sin embargo, resurgido.

“A mí me parece realmente maravilloso el pueblo paraguayo”, afirmó.

Al salir a la calle, la multitud prorrumpió en el grito de " Fidel, Fidel!'', lo que hizo que el mismo saludara con la mano a todos los costados.

El presidente cubano fue acompañado por el senador liberal Domingo Laíno, que conversó algunos minutos con él antes de que subiese a su auto. Un grupo de mujeres indígenas de la parcialidad maká le entregó un presente, en medio del estricto sistema de seguridad que rodeó a Castro, que no permitió casi que se acercaran a saludarlo. Un detalle curioso fue que mientras se desarrollaba el acto en el Panteón se escuchaba desde la Plaza de la Democracia sones de música rock, al ritmo de los cuales desfilaban las “top” models de nuestro medio, enfundadas en sus bikinis.

Ese mismo día, Castro acudió hasta el entonces llamado Consejo Nacional de Deportes (hoy Secretaría Nacional de Deportes), en el kilómetro 4,5, sobre la avenida Eusebio Ayala.

El líder de la revolución cubana, 77 años, en un tono pausado, cada gesto estudiado, cada palabra rumiada, habló cuatro horas y media a un público que lo coreó, lo mimó y aguantó hasta su descripción de bisturí de los resultados del socialismo caribeño.

Mientras se esperaba su llegada, se escuchaban cánticos como: “Alerta, alerta, alerta, que camina el antiimperialismo por América Latina”, O “Fidel, Fidel, qué es lo que tiene Fidel que el imperialismo no puede con él”. No faltaron los enojos debido a la falta de lugar para quienes no contaban con la invitación otorgada por la organización para poder ingresar al polideportivo.

“El ambiente febril, matizado con canciones de Ricardo Flecha y Chondi Paredes, subió de tono al ingreso del robusto hombre negro del maletín, señal inequívoca de la inminente presencia de Castro”, relataba una crónica del diario ABC Color publicada días después.

Castro llegaría a las 18:00 al lugar y su arribo fue anunciado por el maestro de ceremonias. En un traje oscuro, erguido y de lento caminar, saludó al público y se ubicó en primera fila.

A las 18:45, subiría Fidel al escenario lentamente, se ubicó frente al atril y saludó a los “uruguayos”. Este “lapsus linguis”, como lo calificaría más tarde, produjo un “no, no,... comandante”. Silencio. “Perdón, comienzo de nuevo: queridísimos hermanos paraguayos”. Y llegaría otro aplauso.

Otro lapsus tendría con la fecha, al ubicarse en “hoy 17 de julio”, en un momento en que hacía referencia a la batalla de Acosta Ñu, donde perdieron la vida miles de niños durante la etapa final de la Guerra Grande. En buena parte de su exposición abordaría esta “tragedia, este verdadero genocidio” contra el pueblo paraguayo. Dijo que conocía que contra nuestro pueblo se había cometido un genocidio, pero que ayer vino a enterarse de la matanza de los niños. “Qué profunda e indescriptible tragedia”.

Fidel Castro dedicó un buen tramo de su discurso, en salpicones, a la tragedia de la nación paraguaya experimentada durante la Guerra Grande y también a ponderar su heroísmo, su voluntad de supervivencia y de cambio.

“Ustedes pueden. Creo en ustedes, en sus voluntades para solucionar los problemas vitales”, expresó con el dedo índice moviendo pendular y pausadamente de arriba abajo. Dijo que él se encargará de que el último cubano sepa de la historia paraguaya, de cómo sobrevivió a un genocidio que le arrebató al 75% o más de su población y apenas dejó un puñado de niños, de mujeres y ancianos.

“Que América Latina, Europa y el mundo conozcan la historia del Paraguay. Cuando más lejos llegue más grande será la condena al colonialismo, al imperialismo”, subrayó. “Nuestro pueblo es capaz de luchar como ustedes lucharon...”, dijo, como advirtiendo de la capacidad de resistencia del régimen ante el asedio estadounidense y la renovada condena de países europeos por las recientes ejecuciones.

“Los pueblos, dijo, no son culpables del genocidio, de las guerras de invasión. Obreros, campesinos, hijos de obreros y campesinos estaban matándose para que otros repartan el mundo. Jamás será justa una guerra de conquista. Siempre será justa la lucha por defender la soberanía, la cultura propia y los intereses sagrados para el ser humano”.

Uno de los valores más resaltados por Fidel Castro para liberar a los pueblos de las “mentiras, de los engaños” fueron el conocimiento y la educación.”Busquen la conquista del conocimiento, del capital humano'', manifestó. Y agregó que la "experiencia nuestra puede ser útil”. Y aquí prometió multiplicar las becas para medicina y más adelante ofreció el curso de alfabetización que en la actualidad está siendo utilizado en Venezuela.

“Armémonos de conocimiento, de ideas y pulvericemos las mentiras, los engaños”. Con los nuevos instrumentos de comunicación, advirtió, se va a crear una fuerza incontenible. “De nada servirán los misiles inteligentes. Miles de computadoras, millones de computadoras pueden enviar mensajes, verdades. Un país no solo se defiende con las armas, se defiende con ideas, con al apoyo solidario y la simpatía de millones de personas”.

Horas antes de su discurso en el Consejo Nacional de Deportes, Castro visitó en su morada a nuestro laureado escritor Augusto Roa Bastos, y departió con él en una larga y amena entrevista, sobre temas varios.

Por cuestiones de seguridad, solamente algunos medios pudieron asistir a este histórico encuentro, pero a su salida de la residencia de Roa Bastos, Castro se acercó al público y periodistas, para expresar que fue muy interesante la visita.

“Tuvimos una comunicación directa y cordial con él. En fin, hablamos de temas que interesan, incluso al Paraguay, como la alfabetización, y el apoyo masivo a la cultura, entre los cuales figura la edición de libros muy económicos, que estén al alcance de toda la gente. Realmente la venida del Comandante acá ha sido una voz de aliento, un apoyo muy importante y le estamos profundamente agradecidos”, contaría Roa Bastos tras la entrevista.

Al enterarse de que el escritor paraguayo no conocía La Habana, Castro le cursó en ese mismo momento una invitación. Roa Bastos terminaría viajando con el mandatario cubano el 17 de agosto, a bordo de un vuelo de Cubana de Aviación y días más tarde recibiría varios galardones en la isla.

Revolucionario o dictador, ejemplo o tirano, las calificaciones quedarán reservadas para quienes escriban la historia. Más allá de eso, este fue el paso paraguayo de Fidel Castro.

juan.lezcano@abc.com.py - @juankilezcano

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