El político parece hoy un hombre de contramano a la Historia. La humanidad vive la era del conocimiento y los políticos, especialmente paraguayos, con señaladísimas excepciones, son pintorescos pasajeros de la vulgaridad. Es más: se ufanan de su vacío mental. Lo peor es que muchos de ellos son presuntamente corruptos. Aunque, según el ilustrado neocartista Yamil Esgaib, los corruptos “no son peligrosos”.
Pasó una semana de noticias insólitas y otras que confirman nuevamente que Paraguay está en manos del crimen organizado, que penetró todas las instituciones, como la Dinac o la Interpol. Vimos cómo un director del Ministerio de Agricultura estableció un “acuerdo” con representantes de un país que no existe: los Estados Unidos de Kailasa. El papelón se hizo público a través de las redes sociales de los supuestos representantes. El jefe de gabinete, Arnaldo Chamorro, destituido tras el escándalo, firmó el insólito documento.
Las cárceles de Paraguay están cada vez más colapsadas, y Alto Paraná es uno de los departamentos que alberga uno de los penales más superpoblados. Improvisadas celdas, una insalubridad terrible y corrupción envuelven a este penal, que tiene una capacidad máxima de 600 personas, pero que alberga a 1.583 personas privadas de su libertad. De esta cantidad, solo 400 están condenadas.
Pese al desarrollo que ha experimentado el Chaco en los últimos años, existe un sector que deja mucho que desear en cuanto a innovación e inversión y es el sector de transporte público y de larga distancia.
La última semana de noviembre, la Cámara de Diputados aprobó una “declaración de emergencia económica y comercial a la ciudad de Encarnación”, por la cual insta al Poder Ejecutivo a encarar gestiones políticas y públicas urgentes en respuesta a la crisis.
Más que nunca el país necesita de una oposición con fuertes convicciones, que haga frente al avasallamiento institucional de un cartismo que se adueñó de los tres Poderes del Estado y los organismos extra poder.