Para adentrarse en el sendero del odio solo hace falta un pensamiento xenófobo, un comentario degradante y una mirada de silenciosa repulsión; después de esto, la discriminación puede desplazarse a grandes pasos con destino al lamentable fin de vidas inocentes. Tanto las publicaciones supremacistas como el discurso intolerante de políticos contribuyen a acrecentar el rechazo hacia minorías étnicas en distintos países.
En lo que va del año, Estados Unidos ya ha presenciado alrededor de 250 tiroteos en sinagogas, colegios, bancos y otros lugares donde se concentran personas de variada procedencia. El sábado pasado un joven de 21 años agrandó la lista de desgracias; luego de manejar durante aproximadamente nueve horas, con dirección a El Paso, Texas, el pistolero llegó a un supermercado y comenzó a disparar de manera aleatoria, tras lo cual se entregó a la policía sin ofrecer resistencia.
La tragedia dejó aproximadamente 20 muertos y 24 heridos pero, en apariencia, el objetivo del verdugo era un grupo específico, los hispanos, quienes “invaden” El Paso, según expresa el pistolero en un manifiesto de odio atribuido al mismo. Horas antes, el joven habría exteriorizado su indignación por la creciente cantidad de latinoamericanos asentados en la ciudad texana, mediante la página web denominada “8chan”, que funciona como punto de encuentro para ultraderechistas.
El camino más largo que recorrió el pistolero no fue la gran distancia que separa su ciudad del lugar de la masacre, sino el sendero trazado por los discursos políticos plagados de xenofobia. Por otra parte, el presidente Donald Trump publicó sentidas palabras a través de su cuenta de twitter y, posteriormente, pronunció un discurso en contra de la llamada “supremacía blanca” y la discriminación racial en su país, por primera vez en su carrera política.
Ciertamente, hay otros eslabones en la cadena de terrorismo ideológico existente en el país norteamericano, como la facilidad para obtener armas y los problemas mentales de los pistoleros; sin embargo, como gasas que no curan heridas de bala, las palabras y publicaciones del presidente yanqui no pueden rebobinar el tiempo para deshacer la masacre. El repertorio de Trump incluye frases como “cuando México envía a su gente, trae drogas, crimen y violadores”; declaración que contrasta ampliamente con la supuesta intención de frenar el racismo.
En diciembre del año pasado, por ejemplo, dos latinos fueron atacados con una barra de metal por un nacionalista, quien afirmó que “fue a matar a un mexicano”. El poder de “simples” comentarios e ideas intolerantes no solo se manifiesta a través de frases xenófobas en contra de latinos sino que, en gran medida, la más evidente y triste representación está clara en la muerte de aquellos cuyo gravísimo pecado fue el deseo de experimentar personalmente el mentado “sueño americano”.
Por Belén Cuevas (17 años)