Antonia solo quería estudiar, pero la escoba y la plancha no le daban tiempo

Esta es una historia de ficción: Ella es una niña de 12 años que, en lugar de estar en la escuela, se ocupa de las labores domésticas como toda criadita. Le pintaron muchas ilusiones que, con el correr del tiempo, se fueron convirtiendo en pesadillas.

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Marta estaba embarazada; al parecer, no sabía que era una niña la que iba creciendo en su vientre. Pero un día, los vómitos y dolores de cabeza le hicieron entender que pronto sería madre.

La mujer no sabía qué hacer, pues era de escasos recursos y apenas sobrevivía de las botellas y latitas que reciclaba todos los días al salir el sol. A pesar de que Marta comprendía que no iba a poder darle una vida digna a su bebé, le amaba mucho y todas las noches lloraba por la difícil situación por la que estaba atravesando.

Meses después, Marta, ya a punto de parir, recibió una propuesta de una familia con un nivel económico importante que le prometió un hogar, cama, alimentos y educación para su hija. La mujer deseaba tener a esa criatura, pero pensó en el bien de la niña y decidió entregarla porque iba a tener las oportunidades que ella no le podía dar.

La pequeña fue creciendo lejos de su madre, de la cual fue separada cuando tenía apenas meses de vida. Con el pasar del tiempo, la niña de nombre Antonia tenía ganas de ir a la escuela, pero las personas con las que vivía le imponían reglas tales como: "Si querés estudiar, primero debés lavar toda la ropa, plancharla, cocinar y realizar el aseo de la casa".

Sentir esos golpes en la espalda cada vez que hacía algo mal, escuchar los regaños y mandatos, no recibir el cariño de nadie y ser la sirvienta de todos fueron las situaciones por las cuales pasaba Antonia, quien, a esa altura de su vida, deseaba no haber nacido. A su madre le habían prometido una vida confortable; sin embargo, la supervivencia de la niña se convirtió en un laberinto sin salida.

Antonia era sometida a trabajos domésticos que, muchas veces, llegaban a ser exagerados hasta el punto de explotarla laboralmente más de ocho horas y todo a cambio de la promesa de estudiar. Cumplir sus sueños le parecía imposible a la niña de tan solo 12 años.

Cada día, "la criadita de la familia", como era llamada, se encargaba de todas los trabajos del hogar y veía cómo los demás niños de su edad disfrutaban en sus veredas jugando mientras ella barría el patio. La niñez de Antonia se veía truncada por sus labores de adulta.

Una de las peores formas de esclavitud en la actualidad es el criadazgo; miles de niños, a diario, son entregados a familias que, supuestamente, les ofrecerán una mejor calidad de vida. Sin embargo, la angustia empieza en el momento en que el chico o chica es sometido a trabajos pesados, no va a la escuela como se le había ofrecido y recibe golpes al desobedecer alguna orden.

En nuestro país, muchos niños apagan sus sonrisas por cumplir un rol que aún no deberían realizar, el de ser un adulto. Es difícil aceptar que una pequeña, en lugar de estar cambiando las ropas de sus muñecas o aprendiendo a leer, se convierta en una sirvienta de personas que abusan de su inocencia.

Por Mónica Rodríguez (19 años)

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