Niños indígenas en las calles, un drama social nunca resuelto

Sin año escolar, mal alimentados y en medio de la absoluta pobreza son las condiciones en las que viven los niños indígenas en nuestro país. Están así, pese a que existen varias instituciones públicas y privadas que tienen el propósito de cuidarlos.

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Los pueblos indígenas continúan enfrentando la ausencia de políticas estructurales orientadas a la superación de las condiciones de extrema pobreza que afectan a la mayor parte de las etnias. Si la pobreza está muy presente en la población infantil en general, más lo está entre los niños y niñas indígenas, producto de una larga historia de discriminación y exclusión.

Según la Unicef, el Paraguay tiene 6.7 millones de habitantes, de los cuales la población indígena representa el 2% y de este segmento el 54% se compone de niños, niñas y adolescentes. Estos datos muestran, además, un patrón de desigualdad en perjuicio de la niñez aborigen.

En los últimos años, muchos nativos tuvieron que dejar el monte y emigrar a la capital en busca de soluciones para sus interminables problemas de tierra, pero en vez de recibir ayuda, vienen a vivir en una situación mucho peor, teniendo que mendigar por las calles para conseguir algo que comer.

Los menores son los que más sufren con esta realidad al ser privados de una infancia normal y feliz. Muchos de ellos recurren a las drogas, en especial a la cola de zapatero para, de esa manera, olvidarse del hambre y el frío que los atormentan. Lo poco que recaudan en la calle sirve para comprar algo que comer.

A pesar de la poca acción del Gobierno, existen ciudadanos de buen corazón que realizan actividades para ayudar a los indígenas y, de esa manera, que los niños tengan ropas y más en esta época de frío que está empezando.

El Gobierno debería tomar las medidas necesarias para poder ofrecerles un buen futuro a estos niños que, como cualquier otro ciudadano paraguayo, tienen el derecho a una vivienda digna, alimentación adecuada y buena educación. Debemos estar conscientes de que los paraguayos descendemos de estos pueblos originarios, de la raza guaraní que nos identifica, y no por ello discriminarlos por ser diferentes.

Por Romina Ferreira (18 años)

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