Un hombre ingresó con su automóvil a un estacionamiento de manera prudente, para evitar cualquier tipo de percance con los otros vehículos del lugar.
Al terminar de estacionar, se asegura de bloquear las puertas y se dispone a salir. Al llegar a la vereda, se fija para ambos lados de la calle antes de cruzar y, como tenía el paso libre, se dispone a continuar su camino.
No contó con que casi a mitad de la calle sería “atropellado” por un perro, que venía corriendo a alta velocidad tras un vehículo.
La “víctima” solo registró dolores en la cintura tras el golpe producido por la caída.