El pensamiento de David Hume

Hume rompió definitivamente con la tradición metafísica occidental, que iba desde Heráclito hasta Leibnitz, e inició el movimiento que llevó a las modernas filosofías antimetafísicas. Su empirismo fue la fuente de la que se alimentaron las futuras corrientes del psicologismo y el escepticismo.

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Se propuso investigar el ámbito moral humano mediante la observación y la experimentación, tal como lo hiciera Newton con el mundo físico. Ello lo llevó a oponerse a la metafísica tradicional, a la que no le reconocía carácter científico y le reprochaba ser el fruto de la vanidad humana, la cual “pretendió llegar a conocer objetos que le son imposibles de alcanzar, o peor aún, de la superstición, que domina al hombre mediante miedos y prejuicios religiosos”.

Sostenía que el conocimiento no se apoya en verdades innatas sino en afirmaciones basadas en creencias, suposiciones o costumbres sobre el mundo. “No es la razón la gruía de la vida, sino la costumbre”, indicó.

Señaló que los elementos básicos con los que opera la mente son las percepciones. Las ideas son copias de las impresiones. Por ello, para averiguar el valor y el significado de una idea, debemos remontarnos a la impresión que le da origen.

Afirmó también que el efecto es totalmente diferente de la causa y, consiguientemente, jamás podrá ser descubierto en aquella; “el movimiento de la segunda bola de billar es cabalmente distinto del movimiento de la primera; ni hay aquí nada en uno de ellos que envuelva la más mínima referencia al otro”, escribió. Esta crítica de la causalidad no recae sólo sobre la filosofía clásica, incluida la cartesiana, sino que se proyecta también sobre la propia física newtoniana.

LA MORAL

Respecto de la Moral, Hume se oponía a quienes sostenían que su fundamento es la religión. Él afirma que su origen se encuentra en el deseo de hacer más agradable la vida. Quien obra moralmente lo hace porque espera que ello le genere satisfacción. Pero el hombre no se queda en el mero egoísmo sino que, movido por su capacidad de compadecerse del otro, disfruta con él o sufre con él. “Allí tenemos las bases de las que la moral se nutre: bueno es lo útil, lo que satisface y produce placer, y malo es lo que desagrada y genera dolor”, subrayó. Entonces, el supremo bien moral es la benevolencia, entendida como interés generoso por el bienestar general.

David Hume figura entre los filósofos más influyentes en el campo de la filosofía de la religión. Criticó las pruebas estándares para la existencia del Dios, así como nociones tradicionales de la naturaleza y del gobierno divino, la conexión entre la moralidad y la religión, y la racionalidad de la creencia en milagros.

TEMOR Y CREDO

Toda su obra de filósofo empirista tenía una finalidad eminentemente práctica y, desde esa perspectiva, Hume critica, por ejemplo, que pueda demostrarse la existencia de los milagros o la inmortalidad del alma y, por supuesto, la validez de las pruebas de la existencia de Dios.

Luchó contra las tendencias deístas y de racionalismo religioso que habían pasado de Francia a las islas británicas. Por ello enfrentó deliberadamente la libertad y autonomía del sujeto humano a la fe religiosa.

Al menoscabar Hume la pretensión de las pruebas de la existencia de Dios, niega su existencia apelando al problema del mal en el mundo. Afirma que la religión tiene su origen en el sentimiento de miedo de la gente y en la ignorancia de las causas de los eventos terribles de la naturaleza.

En su libro Historia Natural de la Religión, defiende una evolución a partir del politeísmo, hasta llegar a la idea abstracta de la divinidad propia de las religiones monoteístas. Hume ejerció gran influencia en los iluministas franceses y alemanes.
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