Materialismo y determinismo: Thomas Hobbes (1588-1679)

La fama de Hobbes se debe, esencialmente, a sus teorías políticas y sociales. No obstante, su filosofía constituye la más completa doctrina materialista del siglo XVII.

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Él concibe el universo como una gran máquina corpórea, donde todo sigue las estrictas leyes del mecanicismo, según las cuales, cualquier fenómeno ha de explicarse a partir de elementos meramente cuantitativos: la materia y el movimiento.

En un fragmento de su obra principal El Leviatán, escribe: “El universo es corpóreo. Todo lo que es real es material, y lo que no es material no es real”.

Esta frase resume la filosofía materialista de Hobbes, estrechamente vinculada a una postura determinista del mundo, que postula que todos los fenómenos del universo se hallan determinados inexorablemente por la cadena causal de los acontecimientos. Nada surge del azar; todo acontecer es el resultado necesario de la serie de las causas, y, por lo tanto, podría ser anticipado, previsto.

Las partes explican el todo

El determinismo de Hobbes se fundamenta en un método racionalista de carácter matemático y geométrico, que nos recuerda al analítico-sintético de Descartes, que parte de la hipótesis de que las partes de un todo, han de descomponerse y explicar el conjunto o las partes en su totalidad.

De este modo, la teología queda excluida del ámbito de la filosofía, justamente por no estar compuestas sus partes de elementos corpóreos engendrados.

La antropología de Hobbes es también materialista. El hombre es un cuerpo y, como tal, se comporta a la manera como lo hacen el resto de los cuerpos-máquinas. El pensamiento o la conciencia no es una sustancia separada del cuerpo. Es decir, la entidad corporal que somos, y su conocimiento de las cosas proviene y se reduce a la sensación.

De este modo, la libertad humana y el libre albedrío de la voluntad quedan subordinados y limitados por el feroz determinismo de Hobbes. Ambos están condicionados por los movimientos de los cuerpos externos.

La política. El Estado

La filosofía política y la teoría social de Hobbes representan una evidente reacción contra las ideas descentralizadoras del parlamentarismo, y contra la libertad ideológica y de conciencia que proponía la Reforma, en la que él avistaba el peligro de conducir inevitablemente a la anarquía, el caos y la revolución.

De allí que para él fue necesario justificar y fundamentar la necesidad del absolutismo como política ideal con la que soslayar lo que calificaba como males. Sostuvo que es inevitable instaurar una autoridad absoluta, cuya ley sea la jerarquía máxima y tenga que ser obedecida por todos sin excepción.

Según Hobbes, el Estado es un artificio que surge para remediar un hipotético estado de naturaleza, en el que los hombres se hallarían inmersos en una guerra de todos contra todos, que haría imposible el establecimiento de sociedades organizadas en las que reinara la paz y la armonía.

Sin un Estado o autoridad fuerte sobrevendría el caos y la destrucción, convirtiéndose el hombre en un lobo para los otros hombres, según la frase de Hobbes: “homo homini, lupus” (El hombre es lobo para el hombre), tomada de la obra Asinaria, del comediante romano Plauto.

El Estado se presenta así como algo artificial, opuesto a la naturaleza humana, pero susceptible de garantizar la supervivencia de todos, a costa de la pérdida de su autonomía y libertad. Aunque Hobbes estuvo a favor de la libertad religiosa e ideológica y favoreció el proceso de secularización de Europa, no obstante, defendió el poder absoluto del Estado, a cuyos intereses ha de subordinarse toda minoría.
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