Yo no quiero ir a la escuela

“Yo no quiero ir a la escuela, yo sólo quiero romper las reglas Muchachos y chicas de todo el mundo, vistiendo sus zapatos de baile Yendo a la discoteca, drogándose y destrozándose Yo no quiero ir a la escuela, yo sólo quiero romper las reglas”

audima

Los inspiradores versos son el estribillo del tema “Break the Rules” (“Rompe las Reglas”), hit de la cantautora posadolescente británica Charli XCX, ídolo de la música sexy-teen internacional.

 Si hay una cosa que no soy ni de cerca, es puritano. Creo en las libertades individuales en todos los sentidos, de la forma de vestir a la creencia religiosa, de la política al sexo, siempre que la libertad de uno no se sobreponga a los derechos de los otros.

 Otra cosa importante de aclarar es que en mis años de estudiante, estuve muy, muy lejos de ser un nerd. Hice muchas travesuras, visité con cierta frecuencia la oficina de la directora, discutía con los profesores cuando no estaba de acuerdo en algún concepto impuesto, y llegué a ser “invitado a retirarme” de un colegio, algo de lo que no me enorgullezco pero que pasó, y es parte de mi historia personal. Era buen alumno, pero creo que hoy me dirían… a ver… ¡terrible! Sólo lo menciono para contextualizar mi pensamiento expresado en este artículo.

 El video del tema musical mencionado muestra a un grupo de chicas del último año de colegio destruyendo sus tareas en el bus escolar y comprando en una tienda de ropa interior sexy para ir a su fiesta de graduación. Yo me imagino a los miembros de la FEDAPAR viendo ese video… ¡necesitaríamos ampliar la cantidad de camas en el sector de cardiología de nuestros sanatorios!

 La sexualización adolescente y la “cosificación” de la mujer no es lo que más me molesta en el video; nada de nuevo en el horizonte, infelizmente. Tampoco me incomoda la actitud revolucionaria juvenil, responsable por enormes estupideces en algunos casos, pero también por la conquista de importantes derechos y avances cívicos en la historia de la humanidad, como el mayo del 68 francés. La mención del baile en la letra del tema hasta suena naïf, emparejada con la absurda invitación a “destrozar” su cerebro por medio de las drogas. Quien baila de verdad, no necesita drogarse.

 Pero lo que realmente me hace ruido en el efímero éxito musical ¡es la dicotomía entre el estudio y romper las reglas!

 Hay una confusión muy común, especialmente cuando somos jóvenes, entre romper las reglas, y cambiarlas. El principio del derecho romano, dura lex sed lex, siempre me gustó, desde la época en que lo aprendí leyendo las tiras de Asterix. La regla es la regla. Tengo derecho a no estar de acuerdo con una sola coma de la regla, pero mientras sea la regla, es la regla, y debo cumplirla. Si no me gusta la regla, debo luchar para cambiar la regla, hacer que se cambie. Pero bueno, aceptemos la libertad poética de la canción, diciendo que rompemos las reglas para cambiarlas.

 Tuve la dicha de tener profesores que, antes de enseñarme la lección, me enseñaron a pensar. La profe Anette, que nos invitaba a pasear por el mapamundi dibujado con tiza en el piso, en los primeros años de la primaria. La profe Suely, que me enseño a amar la lectura ofreciéndome libros divertidos para mi edad. La profe María José, que enseñaba biología 80% en el laboratorio, 20% en el aula. El profesor Nelson, que hacía de las clases de religión un verdadero debate teológico y filosófico. El profe Daniel, que con sus ejemplos prácticos nos hacía entender la Física, y más aún, nos hacía entender el “para qué” de la Física. La profe Dora, una genia en Matemáticas que aceptaba soluciones a los problemas diferentes a la “fórmula”, mientras estuviesen correctas y fuesen lógicas. Flavio, el profesor de Química que usaba el humor para hacernos, créanme, ¡gustar de Química! Teacher Eduardo, que nos hizo aprender Inglés al sonido de Bohemian Rhapsody, Hey Jude y Stairway to Heaven…

 Pensar, hoy me permite entender las reglas y saber qué quiero cambiar en ellas. Pensar me autoriza a discutir las reglas, a estar de acuerdo o en desacuerdo con ellas. Pensar me impide de aceptar con sumisión lo que me limita, y a luchar con pasión por lo que me mueve. Y a pensar, aprendí en la escuela. Fue la escuela la que me mostró el valor de las reglas, y la libertad de cambiarlas por medio de las ideas.

 Obviamente la familia fue importante: viví un ambiente familiar sano, basado en valores, que favorecía el pensamiento y el aprendizaje. Comíamos libros después del postre. Pero fue en la escuela dónde realmente aprendí los fundamentos más sólidos del conocimiento, tanto teórico como práctico. Y son esos fundamentos las herramientas que hoy uso para evaluar las reglas, y tomar decisiones sobre ellas.

 En aquél juego de “si yo ganara la lotería”, siempre digo que pasaría lo que me queda de la vida viajando (gracias, profe Anette), y estudiando (¡gracias, todos mis profesores y profesoras!). Me cuesta mucho entender el concepto de no gustar de ir a la escuela. Y me parece absurdo decir que dejar de ir a la escuela es la forma de romper las reglas.

 No le culpo a Charli XCX, ella sólo canta lo que los jóvenes quieren escuchar, decepcionados con su educación y con el futuro que ella les pinta. Responsabilizo sí, a muchas de nuestras escuelas, colegios y universidades, que sustituyeron la magia del conocimiento por la fotocopia; y a las familias que priorizan el salvar antes que el aprender, la nota antes que el pensamiento crítico.

 Mi metys es: todos los niños nacen ávidos de aprender, pero van perdiendo el gusto por estudiar, increíblemente, durante la vida escolar. Si logramos un modelo educativo que realmente apasione a los niños, ellos querrán estudiar y aprender. Y al aprender, ganarán la libertad de pensar sobre las reglas, cumplirlas, y cambiarlas.

 Lo que me choca en Break de Rules es el concepto de que “escuela” y “romper-las-reglas”, son antónimos. Yo, quiero ir a la escuela, porque quiero cambiar las reglas.

Lo
más leído
del día