Daniel Goleman, psicólogo norteamericano y autor del best seller Inteligencia Emocional (1996), con más de 5 millones de ejemplares vendidos en 30 idiomas, lanzó en su último libro denominado Focus (2013), una idea que los neurocientíficos ya vienen explorando hace algunos años: la atención es un “músculo” del cerebro, y como tal puede y debe ser ejercitada.
Muchas veces escuchamos hablar de que fulano es multitasking, lo que podría ser traducido como multitareas, pero actualmente la ciencia del cerebro demuestra que en verdad, cuando alguien intenta atender a más de un tema a la vez, lo que realmente ocurre es un fenómeno técnicamente llamado switching (conmutación), un movimiento muy rápido de la atención entre un tema y otro, a veces tan rápido que no puede ser percibido conscientemente. Ese modelo de atención compartida es tremendamente ineficiente, ya que el cerebro debe hacer un enorme esfuerzo antinatural para alternar a gran velocidad su sistema de procesamiento de informaciones, muchas veces entre datos muy distintos tanto en forma como en contenido.
Para entender más fácilmente el concepto, pensemos en un circuito compuesto por dos focos y un interruptor que, al ser accionado, dirige la corriente eléctrica a uno u otro foco. Ahora, imaginá que ese interruptor es operado a gran velocidad por un sujeto, haciendo que los focos se prendan y apaguen en un ritmo frenético. Si el operador fuese suficientemente rápido para hacer ese movimiento a más de 20 cambios por segundo, un observador externo posiblemente tendría dificultad para identificar el prende-apaga de los focos, y le parecería que ambos se quedan prendidos constantemente. Es lo que pasa por ejemplo con los tubos fluorescentes, que titilan en una frecuencia prácticamente invisible a ojo desnudo.
Pero más allá del resultado directo del rápido accionar del interruptor (la falsa impresión de ser multitasking), el hecho es que si insistimos en operar de esa manera el sistema, lo más probable es que terminemos con 2 focos quemados a corto plazo. Y si extrapolamos la metáfora a un mundo de decenas de focos requiriendo nuestra energía a la vez, podemos imaginarnos qué pasaría.
En el mundo de las empresas, la creciente velocidad demandada a los ejecutivos para la toma de decisiones hace del foco una capacidad cada día más deseable, y paradójicamente cada día menos disponible. Gran parte de los problemas contemporáneos típicos de las empresas, tales como el estrés laboral, la mala atención a los clientes, los retrasos en proyectos críticos, los desvíos en la calidad y la procrastinación, son resultados de la disminución de la capacidad de atención de los colaboradores, especialmente en cargos en los cuales la responsabilidad es mayor y los efectos de una mala decisión son críticos.
El problema, empero, no se inicia con la actividad laboral; ya en los primero años de vida, los niños y niñas son bombardeados con una avalancha de estímulos sensoriales y expectativas parentales y sociales, que en combinación con factores genéticos neurobiológicos terminan por desarrollar uno de los síndromes con mayor incidencia (y frecuentemente sobrediagnosticados) de la infancia moderna: el TDAH, o Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad.
El incremento de las asignaturas escolares y a las múltiples actividades deportivas, culturales y sociales a las cuales es expuesto el niño, terminan por disminuir el tiempo de ocio simple y puro, destinado a jugar, pensar, descansar y descubrir el mundo. La presión, lejos de disminuir con el tiempo, se incrementa en la adolescencia, y la llegada cada vez más temprana a la edad adulta se da con un nivel de exigencia, y autoexigencia, abrumadores: adultos jóvenes, recién ingresados al mercado laboral, ya presentan signos y síntomas de estrés, lo que afectará toda su carrera si no logra desarrollar mecanismos de autoregulación basados en la concentración y la atención.
El neurobiólogo argentino Estanislao Bachrach, PhD por la Universidad de Montpellier y exprofesor de la Universidad de Harvard, considerado uno de los máximos exponentes de la creatividad y la innovación a nivel mundial, dedica un capítulo completo de su último libro denominado En Cambio (2014) a la atención, y la posiciona como ingrediente fundamental en los procesos de aprendizaje y cambio de hábitos.
Complementando la idea de “músculo entrenable”, Bachrach propone varias técnicas científicamente comprobadas para el desarrollo del foco como herramienta para la creatividad y el cambio, y entre esas técnicas destaca la meditación como la más eficaz, algo que coincidentemente ya menciona Goleman en Focus. Ambos no hacen sino confirmar con argumentos científicos lo que ya afirmaba el sociólogo italiano Domenico De Masi, gurú mundial de la creatividad y mi autor preferido sobre el tema, en su obra cumbre El Ocio Creativo (2000): para crear y tomar buenas decisiones, hay que parar un rato, acallar el ruido interno, descansar y adoptar una actitud contemplativa de la realidad. De Masi ya lo sabía; los yoguis ya lo sabían hace miles de años; los filósofos de la Grecia antigua ya lo sabían; y también los guaraníes tenían en su tradición el pytu’u arandú, el “sabio descanso”. Todos ya lo sabían, ¡menos vos y yo! Mentira, yo ya lo sabía, así que quedás…
Mi metys es: en Paraguay, el ritmo de vida todavía no es tan vertiginoso como el de las grandes megalópolis mundiales. Podemos rendirnos al modelo globalizado de profesionales acelerados y estresados, o rescatar lo mejor de la contemplación ancestral para entrenar nuestro músculo de la atención, logrando el diferencial creativo que tanto nos hace falta. No hay excelencia, sin atención de calidad.
Y termino con las malas noticias: a diferencia del circuito mencionado en el inicio del artículo, vos tenés solamente un foco en la cabeza. Si no ponés atención a la atención, tu foco puede quemarse fácilmente. Por lo tanto, a sentarse en posición cómoda, a respirar hondo y a meditar, ¡permitiendo que tu foco ilumine tu futuro profesional!