Así, dos países estuvieron unidos en escena, compartiendo estilos como la polca, la guarania o la bossa nova, pero atravesados por la mano libre del jazz. Esa libertad sonora dio vuelo a la creatividad de los músicos.
Joaju, conformado por Víctor S. Morel, Bruno Muñoz, Giovanni Primera y Miguel Antar, y Jota P. compartieron repertorio, comenzando el show con una energía bien arriba al son de “Coronel Martínez”, incluido en el último disco del grupo paraguayo (“Ahoraite”). De ese álbum sonó también “Patiño rape”, y del primero (“Jazz de acá”) hicieron “Carola”.
Gracias a la excusa que los reunía nuevamente en un escenario, que era la residencia artística “Jazz del Sur”, proyecto que busca incentivar vínculos artísticos entre músicos de la región, se pudo disfrutar de tres temas inéditos compuestos por Jota P. Tres obras musicalmente bien distintas pero unidas por un hilo afectivo: la estima del brasileño hacia nuestro país. Y eso fue el súmmum de esta residencia.
El primer tema llamado “Deixa o indio em paz” fue una poderosa demostración de un lenguaje musical moderno. Con variaciones de volumen en largas notas, y valiéndose de la disonancia sin sentirse forzada, terminó siendo una interpretación llena de desenfado y habilidad que hizo estallar al público en aplausos.
Jota P. trajo también “A los amigos paraguayos”, recordando al lugar donde nació, una ciudad llamada Chavantes, de donde bebió mucha influencia del folklore paraguayo, lo que le acercó a conocer a mucha gente maravillosa, según dijo. Los músicos volaron sobre una base de polca, dando rienda suelta a la improvisación.
El concierto terminó con otra polca llamada “Chipa”, pero que en su camino el nombre se fue deformando, como “Chipa guasu” o “Chipa ‘trambólica’”, contó Jota P. entre las risas de camaradería con sus colegas y mientras corría el tereré entre Muñoz y Antar, en tanto el brasileño se dirigía al público con mucha sencillez. Como plus el artista trajo “Filo y Arismar”, un bossa nova que, adelantó, grabará en su tercer disco.
Esa calidad humana se traslada a su toque, en el que intercambió entre saxos y flautas, demostrando sus cualidades como intérprete y como improvisador, pero también dando toda la libertad a los Joaju de brillar y dar prueba de su pisada escénica que crece con los años.
Pero más allá de la técnicas o el virtuosismo de los cinco músicos, estos supieron emanar el calor “brasiguayo”, haciendo evidente en todo momento su disfrute y su alegría.
Paraguay y Brasil viven políticamente momentos de tensión, pero es la música el lugar donde nuevamente toda diferencia o intereses personales se disuelven, donde solo importa el compartir, crear y crecer como iguales.