El director norteamericano Bill Condon (cuya filmografía incluye títulos muy diferentes como “Dioses y monstruos” y una de las “Crepúsculo”) presenta una película que parece ser una comedia oscura pero que resulta en thriller psicológico, que si bien se sostiene en los dos grandes protagonistas también lo hace en una historia que es difícil de anticipar y que, por lo tanto, nos captura y nos mantiene al borde de la butaca.
Mirren y McKellen (¿hace falta mencionar en qué películas han actuado?) se conocen a través de una red de citas en internet. En su primer encuentro personal se confiesan algunas mentirillas, de esas que se hacen para captar a posibles parejas, y se toman cariño, tanto que sus encuentros son cada vez más asiduos. Pronto nos enteramos de que él es un estafador despiadado y ella es una mujer muy rica. Gran sorpresa se toma él al enterarse de que ella acaba de comprarse un auto 0 Km al contado. Por supuesto, buscará dejarla sin una libra. Pero no sabía quién era la viejita con quien se había topado. Por ahí también anda el celoso nieto de ella.
Bueno, me callo. Puedo estar avanzando demasiado, pero el truco de la película está en ese juego pendular que se desarrolla entre los protagonistas, ambos muy empáticos, pero también de cuidar. Esta es una película de la que no hay que hablar mucho. Pero es también de esas que duran poco en las pantallas de producciones hipertaquilleras. Por eso, el consejo siempre es ir a verla lo antes posible, antes de que desaparezca de la cartelera, porque hay que verla en grande y no en la pantallita del teléfono o la laptop.
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