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El recital, que se inició minutos después de las 19:30 cobró desde sus primeras palabras un tinte bien intimista, pues esa cercanía permitió que el público sea cómplice de las historias e interpretaciones de Ismael.
Tras un repaso de su historia, desde sus inicios, en que contó que incluso estudió para ser bancario y también fue futbolista, empezó con “Entre cielo y tierra”, en un repertorio que sería netamente de temas propios.
Luego dijo que alguien le había preguntado si tocaría música paraguaya, a lo que él respondió: “Mi música es paraguaya, pero son ideas nuevas”. Siguió así con “El niño y la danza” y “El caballo de tierra roja”, obras que nos contaban la vida de Ledesma desde sus primeras impresiones de su infancia hasta sus recuerdos de viajes con sus padres en tren de Asunción a Buenos Aires.
Con un toque extremadamente sutil y delicado, pero con la fuerza necesaria para emocionar, siguió con “Cachamalando” y “Flores de Asunción”.
Entre fuertes y prolongados aplausos, entregó también “El tren y la luna”, que casi nunca toca en conciertos, según indicó.
Continuó con “El último tren”, antes de manifestar su deseo de intercambiar palabras con el público, que tuvo aquí la oportunidad de hacerle preguntas. Surgieron así cuestiones sobre su vida, su familia, sus inspiraciones, anécdotas y mucho más. A todo, él respondió con mucha gracia y con visible alegría.
Hacia la recta final, hizo “Balada mágica”, “Notas para el alma” y “La balada del indio”. Cuando iba a despedirse, alguien del público le pidió “Amazonas”, y él complació. Cerró una noche de sentimientos a flor de piel con “Yacaré”, a días de regresar a Francia. victoria.martinez@abc.com.py