Hay que eliminar dos trampas del Anexo C del Tratado de Itaipú

Las declaraciones del Ing. Pedro Ferreira, expresidente de la ANDE y exconsejero de Itaipú, quien deslizó la sospecha de que no se está trabajando debidamente en una estrategia para la renegociación del Anexo C del Tratado y reclamó transparencia para fortalecer la posición nacional, vuelve a poner en el tapete un tema crucial para el futuro del país. Es muy importante que la sociedad paraguaya esté al tanto de qué exactamente hay que renegociar y cuáles son las reivindicaciones a defender. Paraguay tiene un producto muy valioso por el que hoy le pagan muy poco. Ya saldadas las cuentas por la construcción de la hidroeléctrica, habrá que decirle a Brasil: o nos pagan por nuestros excedentes o los usamos nosotros. Se pueden buscar opciones creativas de beneficio mutuo, pero ya no más en detrimento del interés nacional. Paraguay ya no es el país miserable de hace 50 años. Hoy tiene la capacidad, los recursos humanos y la experiencia para exigir un trato equitativo. ¿Cuenta también con la honestidad, la firmeza y el patriotismo que se requieren? Eso está por verse.

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Las declaraciones del Ing. Pedro Ferreira, expresidente de la ANDE y, en tal carácter, también exconsejero de Itaipú, quien deslizó la sospecha de que no se está trabajando debidamente en una estrategia para la renegociación del Anexo C del Tratado y reclamó transparencia para fortalecer la posición nacional, vuelve a poner en el tapete un tema crucial para el futuro del país. Es muy importante que la sociedad paraguaya esté al tanto de qué exactamente hay que renegociar y cuáles son las reivindicaciones a defender. En realidad, no es tan difícil como nos quieren hacer creer. Paraguay tiene un producto muy valioso por el que hoy le pagan muy poco. Ya saldadas las cuentas por la construcción de la hidroeléctrica, habrá que decirle a Brasil: o nos pagan por nuestros excedentes o los usamos nosotros, así de simple.

Según testigos de la época, el Tratado de Itaipú se firmó en 1973 después de una larga y velada disputa sobre los derechos de aprovechamiento del potencial energético del río Paraná. Brasil pretendía el 80% y sostenía que, de no ser así, solo tenía que construir una cadena de represas más pequeñas en la cuenca alta, enteramente dentro de su territorio, en vez de una gran central binacional.

Finalmente, en medio de circunstancias geopolíticas muy particulares y después de haber hasta amenazado con una guerra, antes que a las armas Brasil decidió echar mano a su proverbial astucia diplomática, y casi con seguridad a una considerable cuota de soborno. Terminó “aceptando” una participación meramente declarativa del 50/50, pero, para todos los fines prácticos, se cuidó de insertar en el Tratado una serie de trampas (sí, trampas, llamémoslas por su nombre) para quedarse con la parte del león, asegurarse de que Itaipú sirviera al desarrollo del Brasil en primer lugar y que Paraguay se conformara con una sobra minoritaria por haber puesto “solo el agua” (¡nada menos!)

Esas trampas (copiadas luego por Argentina en Yacyretá) están incluidas principalmente en el Anexo C, que regula las “bases financieras y de prestación de servicios de electricidad de la Itaipú”, cuyo último párrafo establece que sus disposiciones “podrán ser revisadas” a los cincuenta años a partir de la entrada en vigor del Tratado, es decir, el 13 de agosto de 2023.

Una de las trampas principales consiste en la figura de la “cesión de energía”. Formalmente Brasil y Paraguay tienen derecho a utilizar la energía de Itaipú “en partes iguales”. Pero si uno de los dos “decide no utilizar” toda su mitad, debe o autorizar a Itaipú a declarar esa energía “disponible” para “cedérsela” a la otra contratante, o pagar por la totalidad de su mitad, incluyendo la fracción no utilizada.

Obviamente, desde un principio se sabía que Paraguay no tendría la capacidad de utilizar la mitad de la potencia de Itaipú, por lo que se le obligó a ceder a Brasil enormes porciones de sus excedentes. Nótese que deliberadamente se redactó “ceder”, no “vender”. Lo lógico habría sido que Paraguay le vendiera sus excedentes a Brasil a precio justo, ya descontados los costos de Itaipú. Eso jamás ha ocurrido. Brasil se ha quedado sistemáticamente con la energía paraguaya a cambio de una magra “compensación”, ínfima en comparación con el valor de esa energía en el mercado regional.

Para tener una idea, actualmente la tarifa de Itaipú para la energía garantizada, que debe ser igual a su costo financiero y de operación, es de 43,83 dólares el megavatio/hora. Eletrobras se sigue quedando anualmente con unos 22 millones de MWh que corresponden a Paraguay, por los cuales paga 43,83 dólares por MWh a Itaipú y 9 dólares a Paraguay en concepto de “compensación”, ya después del “gran aumento” que le concedió Lula a Lugo en 2009 y que rige desde 2011. En total paga por esa electricidad 52 dólares por MWh, cuando el precio mayorista en el propio mercado brasileño (que está desregulado) es de cuando menos 100 dólares.

El investigador Miguel Carter, doctor por la Universidad de Columbia de Nueva York, hizo el cálculo año a año desde que Itaipú empezó a generar, en 1984 –con precios y tipo de cambio de cada ejercicio–, y concluyó que hasta 2016 Paraguay dejó de percibir por esta vía 54.000 millones de dólares. Si el monto le parece exagerado a alguien, solo es cuestión de sentarse a hacer números, pero Brasil se ha negado tenazmente a someterse a una consolidación de cuentas con el aval de organismos internacionales, tal como lo propone, por ejemplo, el afamado economista Dr. Jeffrey Sachs.

Otra gran trampa incluida en el Anexo C es que ANDE y Eletrobras deben reservar la potencia que van a contratar (y comprometerse a pagar) con mucha antelación, por períodos de diez años (originalmente eran 20). Aunque nunca se cumplió a rajatabla, esa fue una de las herramientas que utilizó Brasil para evitar que Paraguay aumentara dramáticamente el uso de su propia energía. La otra fue, una vez más, el soborno (muchas veces disfrazado de “fondos sociales”). No hay otra manera de que la ANDE explique por qué, después de 37 años de generación de Itaipú y 25 de Yacyretá, apenas el 18% de la matriz energética de Paraguay sea eléctrica.

Estas no son las únicas trampas. Por ejemplo, no hemos mencionado la “binacionalidad” de la entidad, como si fuera un supraestado, ni la vejatoria expoliación financiera. Pero a futuro son dos de las más importantes y tienen que ser eliminadas. Por un lado, Paraguay ya no debe “ceder” energía a Brasil, sino vendérsela a razonable precio de mercado. Y, por el otro, debe asegurarse de poder contar efectivamente con la parte que le corresponde para utilizarla en el desarrollo del país, para lo cual debe dar un salto en la inversión en infraestructura de transmisión y distribución, con aporte del sector privado, a través de la desregulación del mercado eléctrico.

Brasil no es nuestro enemigo, es nuestro vecino, nuestro socio y nuestro aliado estratégico. Se pueden buscar opciones creativas de beneficio mutuo, pero ya no más en detrimento del interés nacional. Paraguay ya no es el país miserable de hace 50 años. Hoy tiene la capacidad, los recursos humanos y la experiencia para exigir un trato equitativo. ¿Cuenta también con la honestidad, la firmeza y el patriotismo que se requieren? Eso está por verse.

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