Continúa el condenable abandono del Alto Paraguay

Un ser humano en gestación murió en el Hospital Regional de Fuerte Olimpo, pues su madre no pudo ser sometida a una operación cesárea: el anestesista estaba de vacaciones y no había sido reemplazado. Luego, ella tuvo que ser trasladada en un “bote-ambulancia” a un centro asistencial de Puerto Murtinho (Brasil), situado a ochenta kilómetros al sur de la capital del departamento del Alto Paraguay, para que la nonata pudiera ser extraída de su vientre. El trágico episodio recuerda otros ocurridos en el mismo nosocomio en los últimos tiempos. Todo lo antedicho significa que pasan los años, pero en el paupérrimo hospital olimpeño, carente de recursos humanos y materiales básicos, el drama continúa, tanto para las embarazadas como para quienes solo necesitan una cirugía menor. La desidia de los sucesivos Gobiernos, así como la corrupción de sus propios diputados y gobernadores, mantienen al Alto Paraguay en el atraso. El aún marginado departamento merece una redención.

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Un ser humano en gestación murió en el Hospital Regional de Fuerte Olimpo, pues su madre no pudo ser sometida a una operación cesárea: el anestesista estaba de vacaciones y no había sido reemplazado. Luego, ella tuvo que ser trasladada en un “bote-ambulancia” a un centro asistencial de Puerto Murtinho (Brasil), situado a ochenta kilómetros al sur de la capital del departamento del Alto Paraguay, para que la nonata pudiera ser extraída de su vientre. El director del hospital y jefe de la XVII Región Sanitaria, Giovanni Gallagher, explicó que, desde hace años, no se halla ningún interesado en ocupar el puesto de anestesista, remunerado con 13.500.000 guaraníes mensuales.

El trágico episodio recuerda otros ocurridos en el mismo nosocomio, uno de ellos en marzo de 2014 y otros dos en mayo de 2018: en el primero, una joven con hemorragia no pudo tener un tratamiento intensivo neonatal por falta de equipos adecuados, así que no hubo más remedio que llevarla a Asunción, mediante un avión expreso; en el segundo caso, aún más similar al de hace unos días, el anestesista estaba de vacaciones, de modo que la madre de un feto sin vida debió ser traslada a la capital del Amambay para que le extirparan la matriz; poco después, una menor gestante tuvo que ser trasladada a esa misma ciudad, donde se constató la muerte del embrión. Por si fuera poco, en mayo de 2019, una beba, que requería una terapia urgente, falleció en el Hospital Regional de Fuerte Olimpo porque el avión militar que debía evacuarla a un sanatorio privado llegó tarde desde Asunción. Increíblemente, el mismo año, el entonces ministro de Salud Pública y Bienestar Social, Julio Mazzoleni, destituyó a la directora del hospital regional, Damaris Wagner, por haber denunciado que, por falta de antibióticos y de anestésicos en el hospital regional, un paciente tuvo que ser operado de apéndice en Pedro Juan Caballero.

Todo lo antedicho significa que pasan los años, pero en el paupérrimo nosocomio olimpeño, carente de recursos humanos y materiales básicos, el drama continúa, tanto para las embarazadas como para quienes solo necesitan una cirugía menor. En el Alto Paraguay, la crisis sanitaria empezó mucho antes de la declaración del estado de emergencia con motivo de la pandemia. Tal vez por eso, justamente el citado exministro afirmó cuanto sigue, poco antes de asumir el cargo: “La zona del Alto Paraguay y el norte de la Región Oriental son áreas que me quitan el sueño”. Luego, como siempre, a esa preocupación y a todas las promesas se las llevó el viento; la falta de interés en la zona persistió, como lo demuestra la sanción a quien tuvo el valor de revelar carencias tan graves. Cuando la gente no obtiene respuestas del Estado, suele recurrir a otras instancias, como la prensa y la Iglesia. Hace algunos años, se dirigió al Vicariato Apostólico del Chaco, con sede en Fuerte Olimpo, cuyo obispo Gabriel Escobar organizó por tal motivo una reunión con autoridades locales y departamentales, en la que se acordó informar de las necesidades de la XVII Región Sanitaria al ministro competente de entonces, Carlos Morínigo. Pero fue en vano, como resulta obvio a estas alturas.

Desde luego, las miserias del Alto Paraguay no se limitan al hospital regional, sino que también tienen que ver, por ejemplo, con la deficiente infraestructura vial, que agudiza su aislamiento: hasta no hace mucho, los pobladores asentados en sus 82.349 kilómetros cuadrados solo podían comunicarse en todo el tiempo surcando el río Paraguay, ya que las lluvias impedían hasta el uso de la pista de aterrizaje del aeropuerto de su capital. Hoy arriban allí vuelos semanales del Servicio de Transporte Aéreo Militar y ya se ha asfaltado al menos un tramo del Corredor Bioceánico, lo que permitirá el tránsito fluido hacia la ruta Transchaco. Al respecto, fue lamentable la decisión gubernativa de paralizar la construcción del puente que uniría la cabecera de Carmelo Peralta con Puerto Murtinho: resulta imperioso levantarlo y conveniente establecer una conexión terrestre pavimentada entre Fuerte Olimpo y Carmelo Peralta.

La desidia de los sucesivos Gobiernos, así como la corrupción de sus propios diputados y gobernadores, mantienen al Alto Paraguay en el atraso. La persistente incomunicación y la falta de servicios públicos no hacen que sus riquezas naturales atraigan turistas ni que algún empleo bien pagado, como el de anestesista del hospital regional, impulse a un médico a instalarse en la ciudad. Es inaceptable que vivir en el lejano Norte implique un sacrificio, aunque el ingreso mensual no sea desdeñable.

El aún marginado departamento merece una redención, aunque más no sea porque todos los habitantes del país tienen derecho a similares condiciones de vida en todo su territorio. Para comenzar, las autoridades nacionales deben terminar con los discursos y cumplir lo prometido a la región, y se debe enviar a la cárcel a los gobernantes locales y departamentales que roban recursos que pertenecen a todos los habitantes.

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