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En medio de lo dramático que resulta asistir al lamentable espectáculo de la destrucción gradual de la calidad de existencia política y anímica de un país hermano y secularmente amigo del nuestro, la situación por la que atraviesa la “democracia” venezolana asume ribetes cada vez más insólitos.
Durante semanas, mientras Hugo Chávez seguía tratamiento médico en Cuba, Venezuela se gobernaba por internet. De hecho, desde la aparición del cáncer que mina la salud del mandamás bolivariano, La Habana se convirtió en la capital política y militar de la República Bolivariana de Venezuela.
Sorprendía entonces, como continúa sucediendo en este momento, la obsecuencia lisa y llana con que los funcionarios, magistrados y subalternos chavistas en general seguían las supuestas órdenes que su jefe político les enviaba por mensajes de texto o correo electrónico. Incluyendo algunas de carácter abierto al público, por cuanto Chávez las ventilaba en redes sociales.
La enfermedad que aqueja al jefe de los bolivarianos, su evolución y el tratamiento que se le aplica son mantenidos en estricto secreto, tal como sucedió con la que padeció y padece Fidel Castro, y como las de otros tiranos y dictadores, cuyos estados de salud se convierten siempre en secreto de Estado, un misterio más de los muchos que religiosamente esconden a sus pueblos esta clase de siniestros regímenes.
Agravada la situación de salud de Chávez hasta el punto de que no pudo cumplir con la formalidad de asunción al cargo de presidente después de su elección, el 10 de enero pasado, se llega al extremo de que actualmente ya no se sabe ni si posee capacidad de comunicarse en forma natural. Como una prueba de su supuesta recuperación, ahora los dirigentes bolivarianos difundieron una fotografía de Chávez –dicen que tomada tras su retorno a Caracas desde La Habana–, en la cual aparece el mismo acostado, con una sonrisa lánguida y los ojos semicerrados, mientras sus hijas exhiben frente a su rostro un ejemplar del diario oficial cubano Granma. En vez de presentarlo como a un secuestrado que envía su prueba de vida para que se pague por el rescate, ¿por qué razón les niegan acceso a él a los venezolanos que quieren llevarle su saludo o comprobar su estado de salud?
Dada la situación de su evidente y posiblemente irreversible inhabilidad, con una oportuna y muy conveniente “interpretación” judicial de la Constitución venezolana, el heredero del trono, su delfín Nicolás Maduro, asumió la regencia del reino bolivariano y tomó las riendas del poder en su país, violando abiertamente todas las prescripciones y formalidades legales. Quedó encargado de ejecutar las órdenes del jefe ausente, las que muy pronto, como es lógico, irán siendo gradualmente sustituidas por las suyas propias.
Los “demócratas” de la nueva hornada latinoamericana –Dilma Rousseff, Cristina Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, Pepe Mujica, etc.–, que tanta santa indignación mostraron cuando en nuestro país se destituyó en forma completamente constitucional a su “cuate” Fernando Lugo, ahora guardan un hipócrita silencio respecto a las innumerables violaciones constitucionales perpetradas y que se perpetran en la Venezuela bolivariana para asegurar que Maduro, el nuevo dueño de la generosa billetera, se hiciera con el poder vacante sin trámites constitucionales engorrosos ni tener que perder el tiempo convocando a nuevas elecciones.
La actitud descaradamente contradictoria asumida por los “demócratas” bolivarianos al condenar y sancionar injustamente a Paraguay mientras hacen la vista gorda con Venezuela, los muestra tal como son: desvergonzados y cínicos. Y arrastran tras de sí al Mercosur, a la Unasur y a los demás organismos regionales creados supuestamente para buscar y facilitar la integración latinoamericana, a la que convirtieron en aspas de molino de su ideología sectaria y autoritaria.
Nuestro país, que lentamente está comenzando a ser cortejado por voceros oficiosos de los gobiernos vecinos, alegando propiciar un proceso de “reconciliación”, no debería olvidar tan fácilmente los agravios y desaires sufridos en los últimos meses por parte de los gobiernos de Dilma, Cristina, Evo, Correa, Maduro y Ortega, los más agresivos.
Y, menos aún, apresurarnos por regularizar la presencia de nuestras representaciones en las sesiones del Mercosur y la Unasur, dos organismos que no solo perdieron su sentido y justificación original, sino hasta su dignidad, y que en sus actuales condiciones no nos sirven para nada útil ni importante; organismos que están completamente desvirtuados como herramientas de integración económica, convertidos en meros instrumentos de hegemonía de una línea ideológica. De allí el desprestigio que tienen por parte de otros bloques regionales, como, por ejemplo, la Unión Europea.
Nuestros agresores comienzan a desandar lo mal andado, y con esto, para nuestra Cancillería y nuestro cuerpo diplomático se comienza a dar la brillante oportunidad de dejar bien demostrado ante la opinión pública mundial que en el caso de la destitución de Lugo se actuó respetando las prescripciones constitucionales, lo que pone en evidencia la hipocresía de los gobernantes bolivarianos que utilizan dos varas distintas para medir las democracias de Paraguay y de Venezuela.