La institución de la Eucaristía

Recreación de la Última Cena, que Jesús compartió con sus discípulos, horas antes de ser entregado por uno de ellos.Archivo, ABC Color

Con la Misa de la Cena del Señor empezamos el triduo pascual, que es el centro de la vida cristiana, es más, es el centro de toda la humanidad, es decir, nunca va a ocurrir algo más transformador que esto, ningún invento o tecnología será más significativo. Hoy recordamos la institución de la Eucaristía.

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Esta misa se caracteriza por tres puntos: la institución de la Eucaristía y del sacerdocio; el lavatorio de los pies y el mandamiento nuevo del amor.

LAVAR LOS PIES

El Evangelio de Juan afirma que había llegado la hora de Jesús de pasar de este mundo al Padre, que habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo, que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, y en este contexto, Jesucristo se pone a lavar a los pies de sus apóstoles.

El Señor hace un trabajo de siervo, justamente para darnos el ejemplo, para inculcarnos el mandamiento nuevo, que es amarnos como Cristo nos ha amado. Un amor hecho de solidaridad, de entrega, de hechos concretos, de renuncia de sí mismo.

Este es el camino del mundo renovado, el nacimiento de la nueva sociedad, sin tantas desigualdades, sin tanta corrupción y tanto sufrimiento.

Para vivir como corresponde la Semana Santa, hay que obedecer al Señor cuando afirma: “Yo, el Maestro y Señor les he lavado los pies, también ustedes deben lavar los pies unos a los otros”.

La eucaristía y el sacerdocio

En este clima de donación total de sí mismo, Jesús se hace nuestro alimento espiritual, porque, como el cuerpo necesita de comida, así también el espíritu. Él se hace presencia amiga entre nosotros hasta el final de los siglos y porque tenemos hambre de justicia, de salud, de amor, de esperanza, de reconciliación y, finalmente, de vida eterna, Él se entrega a sí mismo y se transforma en pan, que genera la vida de resucitados.

El papa Benedicto 16, en su encíclica “Dios es amor”, sostiene que:

“Jesús ha perpetuado este acto de entrega mediante la institución de la Eucaristía durante la Última Cena. Ya en aquella hora, Él anticipa su muerte y resurrección, dándose a sí mismo a sus discípulos en el pan y en el vino, su cuerpo y su sangre como nuevo maná.

Si el mundo antiguo había soñado que, en el fondo, el verdadero alimento del hombre –aquello por lo que el hombre vive– era el Logos, la sabiduría eterna, ahora este Logos se ha hecho para nosotros verdadera comida, como amor.

La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús. No recibimos de modo pasivo el Logos encarnado, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega” (Nº 13)

“Nos implicamos en la dinámica de su entrega”, esto quiere manifestar que la Eucaristía, además de ser alimento personal para la vida eterna, también presenta un carácter social, ya que en la comunión del sacramento uno se queda unido al Señor, y con todos los demás que comulgan.

“La unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que él se entrega”. La comunión nos hace salir de nosotros mismos para ir hacia Él, y por lo tanto, también hacia la unidad de todos los cristianos. De este modo, vemos que el amor a Dios y el amor al prójimo están realmente unidos.

También en la Última Cena el Señor instituye el sacerdocio ministerial, para que la Eucaristía se perpetúe por todos los siglos, y en todas partes.

El mandamiento nuevo

Los dones impensables de la Eucaristía y la humildad del lavatorio de los pies debe impulsarnos a mostrar concretamente el amor de Dios, sea por las obras de misericordia corporal y misericordia espiritual, sea por la práctica de la justicia, por la participación en instituciones de promoción humana, dedicándose de modo perseverante a alguna clase de voluntariado y tantas otras maneras.

También en su tiempo, San Francisco insistía:

“Ante todo os suplico a todos vosotros, hermanos, que tributéis toda la reverencia y todo honor que podáis al santísimo cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo, en el cual han obtenido la paz y la reconciliación con Dios omnipotente todas las cosas que hay en el cielo y en la tierra” (Cta. O 12-13).

Por ello, tributemos todo el honor al cuerpo y sangre de Cristo, bien como seamos solidarios con aquellos más abandonados de la sociedad, siguiendo el ejemplo del Maestro: lavando los pies y promoviendo la vida.

Paz y bien

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