Ya en Grecia, siglo V a.C., Hipócrates sostenía: “Que tu alimento sea tu medicina”. De ahí la gran importancia y la prioridad que los naturistas dan a la correcta nutrición. En ese sentido aconsejan el consumo de frutas, verduras, hortalizas, raíces y semillas. Lógicamente que estos productos deben ser orgánicos; libres de transgénicos, químicos, pesticidas y herbicidas. Algunos son lacto-ovo-vegetarianos, es decir que incluyen en sus dietas huevos y leche.
En el régimen vegetariano no figura la carne, menos los embutidos, chacinados, frituras, hamburguesas, gaseosas, arroz, harina y pan, solo integral. Consideran al azúcar blanca como gran causante de enfermedades al igual que la sal y el arroz blanco. Más bien usan sal marina, miel de abeja y arroz integral. En realidad, se cuidan al máximo en la ingesta de alimentos que deben ser de la mejor calidad.
Al seguir esta corriente, practican deportes, caminatas, yoga o ejercicios al aire libre. Sus figuras son esbeltas y delgadas, por el bajo consumo de grasas y carbohibratos y por poner en constante movimiento el cuerpo.
La filosofía naturista mira al ser humano en forma holística. ¿Qué significa esto? Que observa a la persona en forma integral, es decir como cuerpo, mente y espíritu. Para estar en perfecto equilibrio necesita estar en armonía en esas tres facetas. Quizás por atender ese triple aspecto que aparentan ser personas más tranquilas, sanas y felices.
Desde luego que nuestra alimentación y estilo de vida libre de estrés beneficia mucho la salud física y mental. Eso es incuestionable. Más todavía en estos momentos en que los hospitales se encuentran colapsados por culpa de las enfermedades infecciosas como el dengue y otras epidemias nuevas que aparecen en el mundo. Tal vez sea el momento propicio de ir adquiriendo más información y conocimientos para modificar nuestros hábitos alimentarios y comportamientos dañinos.
Para cambiar nuestros patrones de conducta necesitamos voluntad y disciplina. La mala costumbre de comer mal es algo que podemos corregir. Practicar caminatas e incluso inclinarnos por las hierbas medicinales. Todo suma y todo ayuda. Incluso, cuidar el ambiente, limpiar la casa, limpiar y nutrir el cuerpo. Los sitios donde se propagan las epidemias son las más descuidadas y sucias. Así mismo ocurre con nuestro organismo. Es vulnerable y campo propicio para que hongos, virus y bacterias hagan estragos. Seamos conscientes de esta situación no permitiendo que las plagas terminen con nuestras vidas. Somos los seres más iluminados de la creación y por eso debemos cuidar la salud como el tesoro más divino que nos regaló Dios.
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