Las empresas periodísticas, también, están siendo duramente golpeadas en sus bolsillos. Las empresas comerciales dejaron de anunciar, porque nada tienen que anunciar. Igualmente se encuentran sin dinero.
Siempre se discute si es la industria, el comercio o el agro el gran motor de la economía nacional. La industria y el comercio están paralizados. El país saca aire de los pulmones del agro, de ahí viene la comida.
Con todos sus problemas económicos –que nadie sabe cuándo van a terminar– las empresas periodísticas aún respiran. Con sus medios –cada vez con menos periodistas– todavía tienen aliento para tenernos informados y entretenidos. Confinados en casa, nos mantienen en contacto con el exterior. El confinamiento es menos opresor. Nos queda una ventana por donde mirar afuera, aunque afuera tampoco hay nada, pero es el espacio que añoramos porque ahí quedaron nuestra risa, nuestro abrazo, nuestro apretón de mano.
Será inolvidable el 26 de abril de este año. Seguramente lo vamos a identificar como el 26 de abril de 2020 a. del C. (Coronavirus). No recuerdo –ni nadie recuerda– una situación como la que padece la prensa nacional y todas las demás actividades empresariales, profesionales, educativas, de salud, etc.
Suele decirse entre los estudiosos que un diario no es de la empresa sino del lector, al que se debe. El único patrón que tiene el periodista, se subraya, es el lector, el televidente el radioescucha. Buena proposición, pero hoy se reafirma que el sostenedor de un medio es el empresariado. La sola venta de los ejemplares es insuficiente para sostener un diario.
El transporte público recibe subvención del Estado. Una empresa periodística no podría hacerlo, no tendría que hacerlo. Con el dinero que recibe, perderá su independencia. ¿Y no es lo mismo el dinero del empresariado? No, aunque hay casos en que se pretende influir en la línea editorial por media docena de avisos importantes. Ceder a los intereses de una empresa que vayan contra el interés público, será el primer paso del periódico hacia el precipicio.
No creo que le diga mucho a los periodistas despedidos, o a punto de ser despedidos, aquello de que “el periodismo es el mejor oficio del mundo”. A propósito, la paternidad de esta idea se atribuye falsamente a Gabriel García Márquez. En una conferencia en Los Ángeles, Estados Unidos, el 7 de octubre de 1996, dijo: “...Los autodidactas suelen ser ávidos y rápidos, y los de aquellos tiempos lo fueron de sobra para poner muy en alto el mejor oficio del mundo, como ellos mismos lo llamaban”.
El Día del Periodista Paraguayo se fijó en recordación de “El Paraguayo Independiente”, cuyo primer número apareció el sábado 26 de abril de 1845. Su propósito fue que se reconociera, por la Argentina sobre todo, la independencia nacional. Desde entonces, los periódicos eran manejados por el gobierno de los López hasta octubre de 1869, fecha en que se fundó “La Regeneración”, el primer periódico independiente.
En mi opinión, el 26 de abril debería ser el día del periodismo paraguayo. Y el día del periodista, la fecha que nos recuerde a un profesional ejemplar, que hubo muchos, por su integridad, talento y valentía. Me vienen los nombres de Juan de la Cruz Ayala (Alón), Blas Garay, Rafael Barrett, aunque extranjero, dejó su vida en la prensa paraguaya. ¡Y tantos otros ejemplos de un periodismo honesto y comprometido con la verdad!
Muchos periodistas, a igual que gran parte de la ciudadanía, estarán en la preocupación de conocer su futuro, nunca tan incierto como hoy. Cuando la economía se desperece, y por lo menos algunos medios mejoren, no querrá decir que se volverá al pleno trabajo. Habrá medios que se quedarán con la cantidad actual de periodistas y los que salieron seguramente se dedicarán a otras actividades si es que sirven para otras actividades. Entonces menos que menos les importará que el periodismo sea el mejor oficio del mundo y que el 26 de abril sea el día del periodista.