Bioética y Bioéticas (2. La institucionalización)

La ética médica como antecedente histórico en el perfilamiento de la institucionalización de la bioética es un detalle a tener en cuenta. Más de veinticinco siglos de reflexión con un claro propósito: definir y mejorar la relación médico-enfermo.

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El término Bioética, aunque ya estaba acuñado por Fritz Jahr, irrumpe en el mundo científico-académico de la mano de un oncólogo estadounidense de nombre Van. R. Potter. Luego de varias reflexiones acerca del reto de la humanidad para sobrevivir (bomba atómica, experimentos con seres humanos, etc.) en un futuro cercano y del rol que les compete a los académicos y a la sociedad en general, el científico consolida sus ideas en el libro Bioética. Un puente hacia el futuro (Prentice Hall, New Jersey 1971). Tender un camino que uniera a la ciencia biológica con las preocupaciones éticas garantizando una praxis arropada de valores es el aval necesario para de forma responsable asegurar la continuidad de la especie humana y las demás formas de vida, según Potter.

Pero una cosa es desarrollar la idea y otra muy distinta institucionalizarla. El oncólogo rápidamente fue desplazado por sus colegas médicos que también estaban buscando un concepto que pudiera aglutinarlos a la luz de nuevos valores. Los procesos de Núremberg y otros escándalos surgidos en el campo de la experimentación biomédica habían debilitado al gremio médico y la bioética surgía entonces como un “amuleto” de la buena praxis.

Así, el Hastings Center (Nueva York) allá por 1969 se consolidó como instituto de investigación abocado a promover la discusión pública con la finalidad de mejorar la toma de decisiones a la luz de la fundamentación ética y legal en el marco de las políticas de gobierno de aquel entonces. Por su parte, André Hellegers (obstetra holandés) colaboró grandemente en la institucionalización de la incipiente disciplina al promover en 1971 el centro de Bioética en la Universidad de Georgetown.

Inicialmente se denominó «Instituto José y Rosa Kennedy para el estudio de la reproducción humana y la bioética», luego al fallecer su precursor en 1979, cambió de nombre por el de «Instituto Kennedy de Bioética». El análisis de los contenidos-fundamentos-de la bioética que de a poco se consolidaban fue la preocupación primera del Instituto. Asimismo, la interacción entre especialistas en temas de ética, médicos y científicos facilitó un análisis racional en el marco de un diálogo interdisciplinario, forjándose una metodología de trabajo que fundaba una apertura asombrosa con resultados extraordinarios.

Cuando el Instituto Kennedy fue evolucionando hacia un modelo más universitario, desarrolló el Centro Nacional de Referencia de Literatura Bioética, que pronto se convirtió en la mejor biblioteca del mundo. Sus académicos, que provenían de muchas disciplinas diferentes, trabajaban en forma más o menos independiente y actuaban como profesores en un programa de doctorado en Bioética en la Universidad de Georgetown. Uno de los primeros miembros, Warren Reich (teólogo católico), preparó la Enciclopedia de Bioética que rápidamente se tornó en una fuente de referencia de primer nivel. Asimismo, Leroy Walters, un académico protestante, inició la publicación anual de una «Bibliografía de Bioética» y desarrolló Bioethics Line, una base de datos accesible on line.

Igualmente, la institucionalización viabilizó la emergencia de revistas muy prestigiosas todavía hoy en plena vigencia. En el ámbito académico se revitalizó la discusión de la ética médica y desde mediados de los 70 del siglo pasado, la bioética se implementó –de manera sustentable– como cátedra en varias facultades de universidades estadounidenses.

Y un punto central de esta historia fue la conformación, a instancias del Departamento de Salud, Educación y Bienestar de los Estados Unidos, del Comité Nacional para la Protección de las personas Objeto de la Experimentación Biomédica y de la Conducta (1974-1977). Los abusos cometidos en las experimentaciones (especialmente el caso Tuskegee) abrió el debate político acerca de la insuficiencia de las normativas a la hora de salvaguardar la integridad de las personas. En 1978, luego de un par de años de encendidos debates entre médicos, sociólogos, teólogos, científicos, la Comisión publicó el Informe Belmont. Nacía así otra etapa de bioética, la de los fundamentos.

(*) Filósofo, catedrático de la UNA e investigador nivel I del Pronii.

jmsilverouna@gmail.com

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