Dirigentes, políticos y réferes

El fútbol evidentemente es el deporte rey en el Paraguay. Casi todos tenemos una pelota de fútbol metida en nuestro karaku. También me encanta el fútbol, y lo llegué a practicar desde muy joven en mi ciudad y hasta llegué posteriormente a ser una figura que sobresalía en el montón. Resaltaba entre los atletas petisos y mi única pierna, la zurda, sirvió para que también fuera un desemejante del resto diestro y pronto llegué a primera.

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Así como muy pronto llegué a la primera, también con apuros llegó la reversa y tuve que descorrer ya que la profesión de ingeniero agrónomo requería estar en un campo de cultivos agrícolas dándole pelota a la gente productora y no en un campo minado de hinchas nerviosos y entregando pelota a dirigentes deportivos.

En la otrora culta Villarrica había gente que, sin ninguna preparación académica y pelotera, se vestían de negro, como presagiando la jornada, e ingresaban a una cancha de fútbol el “juez del encuentro”. Con el sonar de sus silbatos hasta se ponían firmes los también improvisados hombres de las comisarías, vestidos con aquel repulsivo verde limón y tenían la denominación de “alcaldes”, cuyo significado nada de relación gozaba con esos inaceptables agentes del orden de entonces. Hablo de esos repugnantes “comisarios” de la época stronista, de los que muchos hasta oficiaban de torturadores en la horrorosa Delegación de Gobierno del Guairá.

Los árbitros de fútbol de nuestros días nada tienen que envidiar a los alcaldes de aquella época. Las actuaciones últimas de los soplapitos soplan acciones que marcan el nivel que tienen. Horrorosos en la manera de manejar la imparcialidad, torcidos en interpretar la equidad, desequilibrados en distribuir la rectitud, chiflados a la hora de repartir la justicia y hasta motivadores de los motines en las graderías.

La actuación del réfere con insignia de FIFA llamado Antonio Arias fue más falsa que la boca de urnas de los que ventilaron prematuramente algunos resultados eleccionarios municipales. El encuentro entre luqueños y cerristas jugado en el Defensores el pasado sábado 14 de noviembre sirvió, por su intermedio, para catalogar de ciego y mediocre al referato paraguayo. Cobró un penal inexistente a favor de los luqueños y son 6 en total que deben sancionar todas las acciones peloteras. Están 2 jueces de línea, 2 detrás de los arcos, el juez principal y el cuarto árbitro. Te extrañamos, Juan Francisco Escobar...

La clase dirigencial futbolera también se encuentra en ajustada sintonía con el arbitraje, con una pequeña variante, la de los millones que se mofaron los dirigentes de la Conmebol, y no es bola que se hayan chupado mucho dinero con el balompié.

La clase partidaria criolla también juega su partido a la par de algunos dirigentes deportivos. Inútiles hasta más no poder, pero con el poder de esquilmar todo lo que se encuentre a su paso. Muchos comienzan a hacer sus primeras armas políticas partidarias jugando inicialmente en las divisiones menores de los clubes deportivos, y con el poder económico van apoderándose de los estrados partidarios a tal punto de afiliarse para enseguida nomás figurar en primera sin haber pisado las divisiones seccionaleras.

Les cuento un ejemplo que sintetiza todo: el árbitro cobra un penal inexistente, el arquero antes de ejecutarse el penal se acerca al penalero y despacito le dice: tirá a la derecha, que yo me echo a la izquierda; tu equipo me compró. El penalero le dice: tirate donde quieras, yo estoy vendido y debo errar el penal. El juez escuchó esto y le dice al penalero: si tirás afuera hago repetir hasta que hagas el gol. También estaba vendido.

Así estamos hoy: el arquero representando a los dirigentes deportivos, el penalero a los políticos partidarios y el árbitro al referato paraguayo...

caio.scavone@abc.com.py

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