Relatos y objetos escondidos en la casona patria

Como todos los años el Museo Casa de la Independencia se prepara para recibir a miles de visitantes con motivo del 212 aniversario patrio. Este epicentro del patriotismo esta vez presenta varias innovaciones en el recorrido. Y por más veces que uno lo visite siempre descubre algo novedoso...

Vista de la Casa de la Independencia desde la esquina de Presidente Franco y 14 de Mayo.
Vista de la Casa de la Independencia desde la esquina de Presidente Franco y 14 de Mayo.Pedro Gonzalez

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La Casa de la Independencia, además de ser uno de los pocos edificios que conserva la capital paraguaya de la época colonial, no solo guarda objetos que pertenecieron a los próceres, sino también es un libro abierto sobre la historia paraguaya, es testigo del ocaso del colonialismo español y testimonio viviente del surgimiento de la República.

Construida en 1772, en su interior el techo luce a una altura de entre 6 a 8 metros. Sus anchas paredes y el porte indican que perteneció a una acaudalada familia para esos tiempos, herencia de los Caballero Bazán y luego propiedad de los Martínez Sáenz.

“La altura de la edificación tiene una razón de ser”, refiere el director del Museo de la Casa de la Independencia y director de Museos Nacionales, José Samudio Falcón. “Al ser de adobe esto era como un horno. Por tanto, la altura y las tacuarillas del techo hacían que en el interior se mantuviera una temperatura de entre 24 y 26 grados. En tiempos de calor era fresco y en invierno se mantenía cálido”, comenta el investigador.

El techo es de teja del tipo español, denominada “muslera” porque se fabricaban moldeando sobre los muslos de los oleros y esclavos. Por demás existen testimonios que también vivían en la Casa varios esclavos, incluso niños, en el momento de la Revolución de 1811.

Muchos objetos llaman la atención en el recinto. En el Salón Dormitorio se encuentra la cama torneada del siglo XIX que era de Fernando de la Mora y que llegara al museo a través de la señora Marta Casal Ribeiro de Rodríguez Alcalá.

Esta cama tiene una particularidad de que en ella “nacían las personas y, llegado el momento, morían”, dice José Samudio. ¿Cómo es esto? En la provincia del Paraguay no existían aún los cementerios y las sepulturas se hacían en las iglesias. Cuanto más noble o aristocrática una familia, más cerca del altar lo enterraban. El velatorio se hacía en las casas, en sus camas. Por ello, los palos torneados que servían de decorado se levantaban y se convertían en candelabros para el encendido de las velas.

Otro objeto llamativo de la habitación es un telar doméstico para ao po’i, que indica que las mismas familias preparaban parte de su vestimenta en la época o tal vez tejían sus propias toallas y el trono, una peculiar silla tallada del siglo XVIII utilizada como retrete.

Los amos de la casa hacían trasladar esta silla sanitaria con abertura en la sentadera a cualquier dependencia, según sus necesidades. El esclavo aguardaba con el bacín cuyo contenido vertía en la calle hasta que los raudales se encargaran de limpiarlas en su veloz torrente hacia el río. Incluso, se estima que había un manantial rodeando la casa lo cual facilitaba las tareas de higiene. Pero la custodia y el servicio de apoyo en el trono normalmente era una labor de los pequeños esclavos.

Los retratos y el tintero

Los enormes retratos de los próceres que se encuentran en las principales salas son obras idealizadas basadas en las de Pablo Alborno, cuyos originales se encuentran en el Palacio de López, sigue comentando José Samudio. Son copias españolas de los años sesenta, de la época en que se habilitó el museo.

“Alborno, para realizar los originales, hizo todo un estudio genealógico y buscó a las familias descendientes de los próceres para poder plasmar sus figuras con motivo del centenario de la independencia”, cuenta José Samudio al definirlos como retratos “idealizados” y aclara que el único “retrato fehaciente” es el del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia.

¿Por qué? Resulta que este cuadro fue pintado en los sesenta en base al dibujo que habían realizado del dictador los hermanos John y William Parish Robertson, quienes habían venido al Paraguay desde Edimburgo, precisamente en el tiempo en que se produjo la independencia. En la quinta de Ybyray realizaron el dibujo del Dr. Francia, obviamente desde una distancia bien prudencial y con el permiso del Supremo.

Los Robertson eran comerciantes y vendieron al doctor Francia el tintero de plata con su secadero que también se conserva en la Sala 1 o Escritorio del Museo junto con las monedas que tenían curso legal al tiempo de concluir la época colonial e iniciarse el periodo de la República.

Además le vendieron otros objetos como zapatos, las hebillas para los calzados, etc. Pero en sus ansias de seguir con más negocios terminaron siendo prisioneros en Paraguay porque el Dr. Francia desconfiaba de todo el mundo y los llegó a considerarlos embusteros.

El tintero se mantuvo durante mucho tiempo “extraviado” hasta que al momento de conformarse la Comisión Casa de la Independencia para la recuperación del patrimonio histórico, se empezó a alhajar la casa y así fueron llegando los objetos en donación o en venta.

La platería de la época

Entre los artículos que resaltan también en una de las salas y guardan muchas historias está la platería. Vicente Arrúa, director del Archivo Nacional de Asunción, explica que cuando en la época colonial empezó a diversificarse el comercio, la gente fue refinando sus gustos, lo que permitió el desarrollo de varios oficios, entre ellos el de los plateros.

Las familias tenían cubiertos de plata y especialmente el matero con su bombilla finamente trabajados. Los plateros y orfebres de esos tiempos se formaron en las misiones jesuíticas.

Hasta que aparecieron ellos, por ejemplo en la provincia del Paraguay –cuenta Arrúa– se hacían de bombillas con el hueso de la pata de los pollos al que se ataba a modo de filtro un trozo de algodón en el extremo. “Esa era la forma inicial en que tomaban el mate, pero al tener acceso a la platería obviamente ya nadie quiso utilizar tan vetustas bombillas”, cuenta el Lic. Arrúa.

Los plateros y orfebres desarrollan su actividad en la última etapa colonial en que hay un florecimiento del oficio, pero desaparecen en la época del doctor Francia reconvirtiéndose en agricultores o labriegos por el cierre de fronteras y falta de clientela.

Vuelven a aparecer en tiempos de los López. Y van a dejar uno de los mayores testimonios de su labor con el Libro de Oro que se conserva en el Archivo Nacional de Asunción. Esta obra genuina se preparó en plena Guerra de la Triple Alianza, por tanto es una importante muestra de la labor de los orfebres demostrando todo su arte.

En los últimos tiempos de la Colonia –relata Vicente Arrúa– tan solo en el barrio de la Catedral trabajaban al menos treinta plateros. Testimonios de la labor de ellos no solo están en los objetos que se preservan de esa época, sino están muy bien documentados en el Archivo Nacional de Asunción. Incluso, hay documentos de los tiempos del gobernador Pedro Melo de Portugal, que debió dirimir un conflicto entre los plateros y herreros en el siglo XVIII.

“Las élites asuncenas empiezan a adquirir pequeños cofres para guardar sus joyas realizadas por los plateros, ya no utilizaban los pequeños baúles de madera con herrajes, sino los fabricados por los plateros que hasta se encargaban de elaborarlos con todos los detalles y accesorios. Los herreros que hacían estos artículos inicialmente para los arcones, así como los herrajes y cerraduras, perjudicaban el oficio de los otros. Entonces el gobernador debió intervenir para que cada uno se dedique a lo suyo, algo así como zapatero a tus zapatos”, rescata el profesor Arrúa.

Lavanderas

Otro oficio que floreció en las cercanías de la Casa de la Independencia era el de las lavanderas que se ubicaban más o menos donde actualmente está el Teatro Municipal. Allí tenían una mesa importante hasta donde llegaba la gente, les dejaban las sábanas, manteles y otras prendas para que ellas bajaran a lavarlas al río sobre las planchadas de piedras. Una vez secas, subían de nuevo hasta el punto para entregar las ropas lavadas, explica Arrúa.

Al igual que estos oficios, los trabajos finos de carpintería también florecieron en esos tiempos de la Colonia lo que se reflejaba en los macizos y decorados muebles de los hogares.

Universitarios harán de guías

Por primera vez este año para las fiestas patrias se implementa un proyecto de extensión universitaria con estudiantes de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción de las carreras de Ciencias de la Comunicación e Historia para servir de guías y dar información a los visitantes de la Casa de la Independencia durante las fiestas patrias de este año.

El proyecto de extensión intercarreras, declarado de interés Académico por la Facultad, se denomina “Reconstrucción del Guion Museológico de la Casa de la Independencia”. Es encarado con la coordinación de las Lic. Haydée Galeano y Nilda Pereira con los licenciados Vicente Arrúa y José Samudio, del Archivo Nacional de Asunción y el Museo Casa de la Independencia, respectivamente.

Los estudiantes realizaron una investigación histórica, elaboraron materiales de difusión para distintas plataformas y estarán en la Casa de la Independencia durante las fiestas patrias para recibir y guiar a los miles de visitantes.

Los 250 años de la Casa

En diciembre de 2022 se cumplieron los 250 años de construcción de la Casa de la Independencia. Por tal motivo se realizaron varias actividades y el Museo fue objeto de renovación, restauración de piezas y mejoramiento de la museografía en todas las salas, soportes de los objetos, etc.

También se restauró y protegió el histórico mural de Asunción en 1811 de José Laterza Parodi y Josefina Plá. Se presentaron materiales bibliográficos de gran valor sobre la historia del patrimonio histórico y la Independencia del Paraguay. Los trabajos fueron realizados con el mecenazgo del protector Nicolás Latourrette Bo.

pgomez@abc.com.py

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