La canasta mecánica

MEMORIAS DEL OLVIDO - Con los recuerdos ocurre lo mismo que con los sueños, pertenecen a un territorio cuyo estudio intriga tanto como desconcierta.

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La canasta mecánicaArchivo, ABC Color

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En sus Diálogos, Platón, afirmaba que el alma está recubierta por una capa de cera cuyo espesor y pureza varían según las personas y atribuía esa virtud a la madre de las musas: Mnemósine. Decía que en aquella cera, los pensamientos y las sensaciones dejaban la impresión de su rastro. Esa marca es la huella del objeto o suceso y el medio de recordarlo. Lo que se borra, lo que se imprime débilmente es lo primero de olvidamos. Se habla de dos clases de memoria: una efímera, que es la memoria inmediata, y otra que atesora los recuerdos durante mucho más tiempo.

Daría la impresión de que ciertos políticos tienen memoria descartable, por eso, cuando llegan al poder, olvidan por completo las promesas que le hicieron al electorado. Tal es así, que algunos y algunas, arriban a un curul en el congreso, postulándose por un partido político, pero cuando empiezan a ejercer la legislatura, se mudan a la facción política que criticaron durante toda la campaña electoral.

El recuerdo es poeta, dijo alguien que ahora no recuerdo quien es, esto significa que no siempre lo registrado permanece estático en la memoria. Con involuntaria mala fe, a menudo retocamos las fotografías del pasado y, como ocurren en muchas autobiografías, las malas experiencias se borran sin quererlo y se exaltan las que nos benefician. Una de las distorsiones más reconocida es la llamada falsa reminiscencia o deja vu, lo ya visto.

Los olvidos o las fallas de memoria generan con frecuencia el temor a que se trate del comienzo de la temida enfermedad de Alzheimer.

A pesar de que hoy existen las memorias electrónicas y la posibilidad de almacenar bibliotecas enteras en diminutos chips, la memoria humana sigue siendo el más prodigioso de los archivos. En algún lugar de nuestro interior están atesorados millones de bits de información. En algún lugar se halla misteriosamente codificado todo lo que aprendimos desde que éramos bebés: como caminar, correr, tomar objetos con la mano, reír, andar en bicicleta, tararear una canción, rostros conocidos, chistes, poemas, fechas, calles, etc.

Las “lagunas” de la memoria, esos olvidos involuntarios suelen ser más deliberados de lo que tendemos a suponer, a la luz de lo que sabemos hoy acerca de los actos fallidos.

Olvidar es un rasgo humano fundamental. Conforme pasa el tiempo, nos olvidamos de las cosas. Y olvidar nos ayuda a superar momentos de tristeza y luto. Sería tremendo vivir la misma intensidad de cada evento triste o trágica pérdida que nos ocurrió a través de toda la vida. Sería imposible vivir, hacer nuevas amistades o incluso escribir un nuevo correo electrónico. Nietzsche tiene razón cuando dice que “es imposible vivir sin olvidar.” Olvidar puede ser una bendición.

Cuando cuesta recordar en qué lugar del estacionamiento dejamos el vehículo, el nombre de la maestra de nuestro hijo o no encontramos las llaves, dan verdadera bronca esos que hasta dicen tener memoria de otras vidas.

carlafabri@abc.com.py

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