En busca de un sueño

La capacidad de creer en los sueños y que estos se pueden lograr llevaron a Mirta Gabriela Pérez a ser la primera mujer de la etnia nivaclé de la comunidad indígena Campo Alegre, Chaco, en lograr una maestría en Educación y un certificado de TESOL para enseñar inglés.

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“Mi nombre es Mirta Gabriela Pérez, soy nivacche (mujer de la etnia nivaclé) de la comunidad indígena Campo Alegre, Chaco paraguayo”, se presenta. Campo Alegre es una comunidad nivaclé a 30 km de la colonia Neuland. Mirta (29) es soltera. Nació y creció en su comunidad, en la que vive con su familia. “Mis padres son promotores de salud y hasta ahora han servido siempre en la clínica de nuestra comunidad”, continúa.

Tiene dos hermanos, quienes ya han formado su propia familia, han estudiado allí y tienen sus profesiones para servir a la comunidad. Uno de ellos es docente y el otro, enfermero. Según Mirta, ambos tienen sueños de seguir profesionalizándose en sus áreas particulares, para seguir aprendiendo y así servir mejor a otras personas.

Cuenta que aprendió a hablar el castellano entre los tres y cinco años, más o menos, en una escuelita con niños indígenas y no indígenas ubicada en Yalve Sanga. Sus padres trabajaban y estudiaban en el lugar. Para la primaria, la familia regresó a Campo Alegre y ella estuvo allá hasta el sexto grado. “Para continuar mis estudios, tuve que mudarme y vivir en el internado del Colegio Indígena Yalve Sanga, donde terminé el nivel medio”, recuerda.

Los dos últimos años de colegio fueron transformadores, porque fueron de superación y descubrimiento personal. Una profesora, también periodista, quien impartía sus conocimientos y amor de Dios hacia sus alumnos, la ayudó a superarse y valorarse a sí misma. Durante esos años fue perfeccionando su castellano y tuvo que trabajar su miedo a hablar. A través de una variedad de ejercicios de lectura, escritura y prácticas orales, la ayudó a expresar opiniones sobre diferentes temas y hablar en público. Estos años de aprendizaje y desarrollo personal le hicieron darse cuenta de que podía llegar más lejos y superar los límites en su mente. “Me gradué del Colegio Indígena Yalve Sanga en el 2007”.

En el 2009, con 19 años, ganó una beca de intercambio cultural, convocada por la Embajada de los Estados Unidos, para jóvenes líderes de origen indígena. Este programa duró seis semanas en los EE. UU. y fue otra experiencia que abrió su mente. Se dio cuenta de que había algo más allá y podría llegar aún más lejos. “A finales del 2009 empecé a tocar puertas para estudiar en el Instituto Bíblico de Asunción de la Universidad Evangélica del Paraguay, para aprender más de ese Dios que me amaba y valoraba tal como soy”, afirma.

El plan que tenía era permanecer ahí dos años y volver para servir en su comunidad con lo que tenía. Recibió una beca completa para estudiar ahí, pero finalmente se extendió por dos años más, para así terminar la carrera de Teología. “Tuve que escribir una tesis para obtener mi título, a lo cual siempre le tuve miedo, porque requería presentarla en público. De alguna forma, con el apoyo de mi familia y amigos animándome, pude lograr terminar mi tesis y defenderla en setiembre del 2014. Me gradué ese mismo año en diciembre”, evoca.

Aun ya con todo ese bagaje, Mirta quería e iba por más. Esos años de salir de la comunidad despertaron otro sueño en ella: hablar el idioma inglés. Tomó cursos en Asunción para ampliar el vocabulario que tenía del colegio, pero se dio cuenta de que si quería aprender bien el idioma, tenía que irse a algún país de habla inglesa. A través de contactos, personas conocidas por sus padres, consiguió una beca para ir a Canadá y aprender inglés por seis meses.

Además de la beca para aprender inglés en la Universidad de Providence (Manitoba, Canadá), le dijeron que, si quería, podría quedarse más tiempo para hacer una maestría en la misma universidad, lo que significó una gran oportunidad para otro paso más lejos aún. Con el consentimiento y apoyo de sus padres, aceptó el desafío y viajó a Canadá a finales de mayo del 2015, con 26 años. Pero esos seis meses que había planeado al principio se convirtieron en tres años y medio con la maestría. “En diciembre del 2018 terminé mis estudios allá y regresé con un título de masterado en Educación y un certificado de TESOL (para enseñar inglés)”, resalta.

Califica esa estadía en Canadá como una hermosa experiencia con mucho aprendizaje y crecimiento personal. “Dios ha trabajado conmigo de una manera que me ayudó a valorarme y sentirme orgullosa de quien soy. Canadá es un país multicultural que valora, respeta y acepta a todos por igual. Me hubiera gustado quedarme ahí, pero decidí volver para servir y compartir mi aprendizaje con otros indígenas que sueñan, pero, de alguna forma, tienen miedo o no tienen los medios para luchar por ese sueño que, muchas veces, no es expresado”.

Revela que su pasión es estar en la clase, enseñando y viendo cómo la educación despierta sueños en los alumnos indígenas, que les ayuda a descubrirse a sí mismos, valorarse y desafiarse a dar un paso más allá de sus limitaciones que les hace tener miedo, vergüenza por lo que los demás dirán de ellos. Este amor por la educación lo puede aplicar en el Colegio Indígena Yalve Sanga, en el que indígenas de diferentes parcialidades se encuentran para aprender juntos. “Enseño Lengua Extranjera: inglés en el nivel medio, y es una experiencia única. Crea una conexión con mis alumnos, ya que ellos, al escucharme hablar en inglés, se sienten capaces y se desafían a sí mismos para aprender un idioma que en el futuro les puede abrir más puertas”.

No obstante, siempre les anima a sus alumnos a valorar su idioma materno y que lo aprendan bien para que así puedan aprender otros idiomas. Les dice con orgullo que mantiene su idioma materno y lo valora tanto, porque sabe que es la base más importante para que ella aprendiera bien el castellano y el inglés.

¿Volverías a Canadá? “Sí. Canadá se ha convertido como en otro hogar para mí; tengo amigos, familias de diferentes culturas que me han recibido como parte de las suyas y eso lo atesoro. Si se abre otra puerta para estudiar más, me gustaría hacer un doctorado en lingüística o educación, porque para mí aprender es seguir viviendo y un desafío en el que Dios me muestra que uno no tiene que pertenecer a una cultura específica para lograr sus sueños”, asegura.

Subraya que, también, seguir aprendiendo es prepararse más para servir mejor a su gente. Ahora mismo, disfruta y ama su trabajo como docente, y quiere que sus alumnos se animen y pierdan ese miedo que tienen de dar un salto hacia algo que ellos nunca se imaginaron lograr. “Estar en el campo de la docencia es otro aprendizaje como persona y eso es muy importante”.

¿Qué consejo le darías a otro indígena que tenga un sueño similar al tuyo y tiene miedo? “Que cuando toques una puerta y no se abra, busques otra hasta encontrar la que se va a abrir, porque cuando esa puerta se abra, vas a darte cuenta de que hay algo más allá de lo que tu mente imagina. Perseverar para encontrar apoyo es tan importante como el proceso de aprendizaje. Hay momentos de lágrimas y preguntas, como: ‘¿qué hago aquí con gente que son diferentes a mí?’, pero siempre hay personas que están ahí para apoyarnos y caminar juntos para llegar a la meta”.

Agrega que salir de la comunidad da miedo, porque se deja la seguridad y se enfrenta un mundo en el que la gente tiene su estereotipo de un indígena. “Pero una vez que hablamos de nuestra cultura y nos sentimos orgullosos de quienes somos, otros aprenden y empiezan a valorar las diferencias culturales. Eso se logra a través de conversaciones largas en una ronda de tereré. Yo lo hice, hablé de mi cultura en rondas de tereré con amigos de diferentes culturas, hasta a veces con un rico asado que nos ha llevado a comprendernos mejor y valorarnos unos a otros, así darnos cuenta de que todos somos valiosos y capaces de lograr algo si perseveramos y nos aceptamos a nosotros mismos”, concluye. Mirta es el perfecto ejemplo de que nuestras circunstancias no nos definen y que si tenemos una meta, debemos perseverar hasta lograrla. Solo requiere esfuerzo y constancia, virtudes que a ella le sobran.

mpalacios@abc.com.py

• Fotos ABC Color/Marvin Duerksen.

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