La nueva cuestión social, de Pierre Rosanvallon

En el siglo XIX aparece la cuestión social como una expresión emergente de la sociedad industrial.

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Entonces se dio una suerte de Estado providencia (cuyo desarrollo explica Pierre Rosanvallon) como medida paliativa para vencer la inseguridad social y la falta de visión en el porvenir. Entre 1950 a 1970 las utopías resplandecieron con sus esquirlas de sueños donde el individuo esperaba sentirse liberado de las injustas penurias y los riesgos que oprimían su existencia. Sin embargo, en la década de los años 80 la escalada de pobreza y marginalidad creciente produjo un gran retroceso en el modo de ver las cosas. De esta forma, los andamiajes de exclusión provocaron estragos y exclusiones escandalosas que hicieron posible un replanteamiento del mapa general que finalmente desembocó en la aparición de una nueva cuestión social como fenómeno que diagnosticó la decadencia de los principios de la solidaridad y la concepción de los derechos sociales. En este nuevo orden surgen problemas de carácter financiero e ideológico; hoy día, por ejemplo, la crisis se presenta a nivel global y la desocupación agrava de manera letal las pistas de los conglomerados financieros. En ese sentido, Pierre Rosanvallon en su libro: La nueva cuestión social, de notable actualidad, nos indica cuanto sigue: "Aún no tomamos conciencia claramente de la entrada en esta crisis filosófica que acompaña el advenimiento de una nueva cuestión social. Se trata de explorar sus términos para comprender el nuevo paisaje social cuyo relieve dibuja". Con esto, el lúcido pensador francés nos enseña visiblemente que en el contexto de la actualidad aparecen dos problemas mayores: la desintegración de los principios organizadores de la solidaridad y el fracaso de la concepción tradicional de los derechos sociales. Por sobre todo, se inyecta una concepción que delinea un marco teórico capaz de estimular mejores predisposiciones y aciertos en relación con la situación de los excluidos. "La ideología del Estado ultramínimo pasó de moda", expresa Rosanvallon y nos da a entender que ante las fracturas sociales el Estado providencia es una alternativa para mantener la cohesión a fin de cumplir positivamente su misión. Esto implica, tal como indica el filósofo: la refundación intelectual y moral del Estado. Es decir, potenciar dos cuestiones fundamentales: la nueva era de lo social y la nueva era de lo político.   

Sin lugar a dudas, la solidaridad y la redefinición de los derechos reclaman prácticas articuladoras efectivas, además de la deliberación sobre la justicia. Son asuntos que conducen de manera paralela a la profundización del sistema democrático y del progreso social. En Paraguay, necesariamente, hay que tomar en cuenta tales argumentos para hacer frente a la profanación política y el envilecimiento de la moral y la confianza. Sin lugar a dudas, debemos responsabilizar de esta situación no solamente a la dictadura que duró tantos años, sino también a los gobiernos que se sucedieron, después del 1989, sólo para exhibir una dialéctica vergonzante e inútil. Marcadamente, hasta ahora, las nuevas castas del poder no ocultan sus posturas reaccionarias, tampoco vacilan en taponar la salida hacia óptimos horizontes, acorde a las exigencias y desafíos de nuestro tiempo.   

Es cierto, el camino de la redención social no abre su perspectiva sólo con la relegitimación del Estado providencia, reclama además, el replanteamiento del poder para afrontar con éxito las graves fracturas que van tolerando las sociedades. Por lo tanto, la urgencia de la recuperación filosófica, ética y política de los poderes del Estado, resulta insoslayable.   

En su libro La nueva cuestión social, Pierre Rosanvallon mete el dedo en llaga, examinando minuciosa y rigurosamente las nuevas orientaciones que podrían incidir efectivamente en la remozada idea sobre un nuevo Estado providencia que cumpla la función de ligarse estrechamente al desarrollo social de la humanidad. Mediante este argumento, el filósofo precisa algunos temas fundamentales: el derecho social, la definición de lo justo, lo equitativo, y la promoción de un nuevo sistema de solidaridad que deberá cumplir un papel relevante para imponerse a las atrocidades que conspiran contra el avance social. Sin lugar a dudas, el plan de Rosanvallon revela con justeza la conformación de ideales que sustenten una praxis activa del sistema democrático. Este requiere de pensamientos renovados, sustentables, y no de entelequias alejadas de promover efectos saludables en la vida cotidiana.   

El problema actual de las naciones traslada en tela de juicio la ineficacia de la clase política y la maquinaria, cada vez más incoherente y burocrática, de aquellos gobiernos que se mostraron incapaces de marcar una hoja de ruta que defina su destino. Es posible que en América del Sur, el único país que haya entendido con mayor devoción las dificultades que nos aprietan haya sido Brasil, cuyo Gobierno sigue enfrentando con superación la gran crisis que se adueñó de todo el planeta, castigando principalmente a los países periféricos y necesitados que siguen en el pozo. La reducción de la pobreza, la creación de fuentes de empleo, el mejoramiento de la educación y la ampliación de las coberturas de salud fueron las conquistas decisivas que marcaron la diferencia.   

¿Qué hacer frente a las fracturas sociales? Rosanvallon expone ante esta situación cuanto sigue: "La intervención pública recuperó toda su justificación (…). A partir de entonces, todo el mundo reconoce el papel insoslayable del Estado providencia para mantener la cohesión social". En ese tramo, el autor de La nueva cuestión social, examina dos puntos importantes: 1. El Estado providencia pasivo que da lugar a "una espiral de autodestrucción de la solidaridad: para indemnizar la exclusión del mercado de empleo de una gran parte de la población, incrementa cada vez más los gravámenes al trabajo, lo que como consecuencia entraña una reducción del volumen de este último. A continuación, se satisface socialmente con el corte entre indemnización e inserción". 2. Por otra parte destaca: "La exploración de las formas que podría asumir un Estado providencia activo, al contrario, va a la par con la búsqueda de un enriquecimiento de la noción del derecho social, para encontrar el camino de lo que podría ser un nuevo derecho a la inserción. Más allá de los procedimientos estandarizados tradicionales, es preciso igualmente que el Estado providencia pueda personalizar sus medios, para adaptarse a la especificidad de las situaciones: en materia de desocupación de larga duración y de exclusión, no hay, en efecto, sino situaciones particulares".   

Si bien Rosanvallon estima que las dos cuestiones planteadas tienen que ver con mayor rigor en los países industrializados, no es menos cierto que las brechas desfavorables prevalecen en naciones de poco avance tecnológico y de baja producción donde los gobernantes deberían estar abiertos para reconsiderar la noción de la justicia, la equidad y la solidaridad. La nueva era social marca también la nueva era política y nos señala que las redefiniciones implican la búsqueda de articulaciones precisas en un estado de derecho democrático con "la invención de reglas del vivir juntos y la deliberación sobre la justicia, la gestión de lo social". Esto nos exterioriza sin cortapisas que la profundización de la democracia es imposible sin el progreso social. Ambas deben transitar indisolublemente, caso contrario traicionan sus propósitos.   

PIERRE ROSANVALLON nació en 1948. Es doctor en Administración, también en Letras, Ciencias y Humanidades. Director de Estudios en la Ecole des Hautes Études en Sciences Sociales, y profesor del Collége de France. Dirige el Centro de Investigaciones Políticas Raymond Aron (CNRS). Fue secretario de la Fundación Saint Simon. Fue consejero de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo, y entre 1973 - 1976, dirigió la revista CFDT Aujourdhui. Militó en el Partido Socialista y escribe en el periódico Liberation. Es autor de numerosos libros sobre la historia intelectual y política francesa desde el siglo XVIII, y sobre la sociedad y el Estado contemporáneos, la crisis del estado de bienestar y las nuevas formas de representación. Entre ellos están: La crisis del estado-providencia (1981), El estado en Francia desde 1789 a nuestros días (1990), La nueva cuestión social (1995), El momento Guizot (1985), y el tríptico dedicado a la historia de la democracia francesa: La consagración del ciudadano (1992), El pueblo inhallable (1998) y La democracia inacabada (2000).
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