Adiós a Christian Boltanski, explorador del olvido

Uno de los pocos artistas franceses de la segunda mitad del siglo XX con gran influencia en los más jóvenes y presencia constante en la escena internacional, Christian Boltanski (6 de septiembre de 1944-14 de julio de 2021), ha fallecido a los 76 años en París.

Boltanski: Les écrans, 1999
Boltanski: Les écrans, 1999

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Reconocido como uno de los principales artistas franceses contemporáneos, el fotógrafo, escultor y cineasta Christian Boltanski ha fallecido ayer, miércoles 14 de julio de 2021, a los 76 años de edad.

Nacido en París el 6 de septiembre de 1944, menos de un mes después de la liberación de la capital francesa, Boltanski, de ascendencia judía, pasó escondido con su familia el período de la ocupación nazi, y vivió las contradicciones de la Francia de la posguerra. Su primera actividad artística fue la pintura, que abandonó a fines de la década de 1960 por otras formas de expresarse: instalaciones, fotografía, cine. Exhibió su primera película en mayo de 1968 dentro de su primera exposición individual, La vie impossible de Christian Boltanski, en el Théâtre Le Ranelagh, en París.

El título señala un elemento que recorre toda su producción, la recreación autobiográfica, velada por la ironía y la ficción. A esta película la siguieron otras, como L’Homme qui quise (1969) o L’Homme qui lèche (1969). De 1969 son sus dos primeros libros, Recherche et présentation de tout ce qui reste de mon enfance, 1944-1950 y Reconstitution d’un accident qui ne m’est pas encore arrivé et où j’ai trouvé la mort, ambos publicados por la Galería Givaudan, de París.

Su preocupación por la memoria lo aproxima desde entonces a los temas de la frágil identidad humana y de la muerte. Mostró enfáticamente a lo largo de toda su obra la miseria, la vejez, la soledad. Trabajó con cosas ordinarias, ropa usada, muebles, objetos, y de manera obsesiva con fotografías de archivos olvidados, de la prensa, de álbumes familiares, a veces realzándolas con pastel o agregándoles palabras, otras proyectándolas sobre cortinas o paredes a tal velocidad que se esfuman los rostros, otras metiéndolas en cajas.

En 1994, montó con más de mil fotografías recopiladas a lo largo de veinte años –imágenes de niños judíos y oficiales nazis con bebés en brazos, de víctimas y verdugos…– una vasta reunión simbólica de la especie humana, como lo indica el título, Menschlich. La luz, y también la penumbra, son esenciales en estas producciones, muchas de las cuales se han expuesto en museos, pero también en iglesias –como la de Santiago de Compostela, en 1995– o en edificios antiguos –como el Château de Plieux, en 1997–. Con el tiempo, fue enriqueciéndolas cada vez más con voces y música, en una búsqueda de movilización de todos los sentidos.

El tiempo y el olvido son centrales en la obra de Boltanski: sus instalaciones y monumentos son verdaderos memento mori; las fotografías, los objetos perdidos, los gastados muebles, los bultos de ropa usada, las latas de galletas encontradas en almacenes polvorientos son en su producción metáforas de la ausencia que remiten siempre a un lugar vacío. Lo viejo, lo abandonado aluden a desapariciones cotidianas, sin nombre ni fecha, a lo real y familiar del hecho, sin embargo profundo, de morir. A partir de hoy, el gran ausente en estos misterios será ya para siempre su propio autor; su sentido se volverá así más hondo que nunca.

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