“Sin tiempo para morir”

La era de Daniel Craig como el agente James Bond se despide con calidad, en una película que combina muy bien el énfasis “humano” del nuevo 007 con elementos más clásicos de las películas originales de la saga.

Daniel Craig como James Bond en "Sin tiempo para morir", en cartelera en cines de Paraguay.
Daniel Craig como James Bond en "Sin tiempo para morir", en cartelera en cines de Paraguay.Universal Pictures

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Quince años y cuatro películas más después de la excelente Casino Royale, Daniel Craig cuelga el esmóquin, enfunda la pistola Walther y estaciona el Aston Martin DB5, poniendo punto final a una versión del agente James Bond más cruda, falible y vulnerable que las que interpretaron sus predecesores en la saga.

Sin tiempo para morir parece haberse asignado la misión de atar cabos y darle una conclusión emocionalmente satisfactoria a la historia que comenzó en Casino Royale al mismo tiempo que pone énfasis en los atractivos más clásicos de la saga como el supervillano con la base secreta en una isla remota, los artilugios especiales de espionaje o un mayor énfasis en el humor que las cuatro películas anteriores, quizá a modo de transición hacia la próxima etapa de la saga.

Y sorprendentemente cumple en ambos cometidos, entreteniendo con acción de altísima calidad y dando una despedida sorprendentemente emotiva a esta versión de Bond.

Al principio de Sin tiempo para morir, Bond y Madeleine Swan (Léa Seydoux) se dan una escapada a Italia luego de los acontecimientos de Spectre. Con el líder de esa organización, Blofeld (Christoph Waltz), tras las rejas, ambos esperan finalmente tener algo de paz, pero esa felicidad dura poco y sicarios de Blofeld pronto los encuentran. Logran escapar, pero el ataque siembra en Bond desconfianza en la segunda mujer que amó, el recuerdo de la traición de la primera aún fresco en su memoria, y Bond y Madeleine se separan.

Cinco años después, Bond está retirado de MI6, viviendo en paz en Jamaica cuando es contactado por su viejo amigo de la CIA, Felix Leiter (Jeffrey Wright) para una misión en Cuba que acaba poniéndolo de vuelta en una red de intrigas que incluye a sus viejos empleadores de MI6, a Madeleine y a un enigmático terrorista con un arma biológica extremadamente letal.

ENTRE LO NUEVO Y LO CLÁSICO

Luego de Casino Royale y Quantum of Solace, un díptico que servía como “historia de origen” para un Bond joven e inexperto, escrito y filmado con sensibilidades más acordes al cine de acción moderno, la saga comenzó a jugar cada vez más con elementos clásicos del Bond pre-Craig.

Sin embargo, en Skyfall y en especial en Spectre esas referencias se sentían superficiales.

En Skyfall eran cosas inofensivas como traer de vuelta el clásico Aston Martin DB6 que manejaba Sean Connery, pero en Spectre los guionistas llevaron la historia por derroteros tediosos y faltos de inspiración: Ernst Blofeld, el villano más icónico del Bond clásico, volvió -con todo y guarida secreta de alta tecnología- y encima era el hermanastro olvidado de Bond... una revelación que ni le importaba mucho a Bond ni al espectador; y de alguna forma todo lo que ocurrió desde Casino Royale era parte de su plan maligno.

Spectre trataba de seducir al público dándole cosas que ya conocía y había visto en películas anteriores, pero lo hacía con cinismo y apatía, y la acción por lo general aburrida y robótica -con excepción de aquella fantástica pelea en el tren con Dave Bautista- no ayudaba.

Sin tiempo para morir, por el contrario, se siente como una versión mejor trabajada de Spectre, que toma los pocos elementos que funcionaban de esa película -básicamente solo el talento actoral de Léa Seydoux y Christoph Waltz- y tira por la borda, de forma bastante rápida eficiente y entretenida, el resto del peso muerto que eran los detalles sobre el parentesco de Bond y Blofeld o el elemento gastado de la sociedad secreta responsable de todos los males del mundo.

En vez de eso se centra en dar un cierre emocional satisfactorio al lado más sentimental de la era Craig, pintando el retrato más completo de Bond como persona desde Casino Royale.

Al inicio del filme, Bond toma decisiones torcidas por el trauma de la tragedia de Vesper Lynd, exiliándose del mundo, y a lo largo del filme va redescubriendo razones para arriesgarse a volver a tener lazos de amistad y de romance. No es el arco argumental más original del mundo, pero es muy emocionalmente efectivo.

Ese enfoque humanista en Bond es propio de la etapa más moderna de la serie, pero el argumento central de la película sobre un arma biológica capaz de devastar a la humanidad es bien clásico, y la película se da el gusto aplicando los elementos más icónicos de la serie.

Después de demasiado tiempo sin uno, Bond por fin vuelve a tener un reloj de superespía, y el villano Safin (Rami Malek) tiene su propia isla en la que tiene su base de operaciones de alta tecnología que, lógicamente, Bond tiene que infiltrar utilizando aun más artilugios fantásticos. El Aston Martin con sus ametralladoras y demás trampas también hace su regreso en la emocionante secuencia de acción que abre la película.

Y Bond como vuelve a ser divertido en esta película. Parece que los realizadores vieron La estafa de los Logan y Entre navajas y secretos y se dieron cuenta del talento cómico de Craig, porque se aseguran de darle frases sarcásticas y momentos de humor físico que bien podrían haber salido de las películas de Bond de Roger Moore.

Las interacciones de Bond con Nomi (Lashana Lynch), la agente que lo reemplazó como 007 en MI6, son especialmente entretenidas gracias a la rivalidad que se desarrolla entre ambos.

En cuanto a la acción, la dirección de Cary Joji Fukunaga es sólida y eficiente, ciertamente lo más cercano que la saga ha estado del nivel de Casino Royale, incluyendo una impresionante persecución de varias etapas en Italia, un espectacular y sorprendentemente cómico tiroteo en Cuba –que incluye una entretenida aparición de Ana de Armas como una agente novata de la CIA que se roba la película por unos diez minutos– y el asalto final a la base del villano, en la que Fukunaga se da el lujo de poner un plano secuencia sin cortes que no llega a los niveles de espectacularidad del que filmó para True Detective, pero aún así memorable.

La película no alcanza los niveles de cuasi perfección de Casino Royale, principalmente porque la química entre Craig y Seydoux no termina de ser todo lo que podría ser –ciertamente se queda lejos de lo que Craig y Eva Green tenían juntos en pantalla– y porque Safin es un villano bastante aburrido, entre otros problemas menos obvios de ritmo que hacen que uno sienta un poco las dos horas y cuarenta y tantos minutos de duración del filme.

Pero en general Sin tiempo para morir es una gran adición a la filmografía de James Bond, y una digna despedida del papel para Daniel Craig.

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SIN TIEMPO PARA MORIR (No Time to Die)

Dirigida por Cary Joji Fukunaga.

Escrita por Cary Joji Fukunaga, Neal Purvis, Robert Wade y Phoebe Waller-Bridge (basada en personajes creados por Ian Fleming).

Producida por Barbara Broccoli y Michael G. Wilson.

Edición por Tom Cross y Elliot Graham

Dirección de fotografía por Linus Sandgren

Banda sonora compuesta por Hans Zimmer

Elenco: Daniel Craig, Léa Seydoux, Rami Malek, Ralph Fiennes, Lashana Lynch, Christoph Waltz, Ben Whishaw, Naomie Harris, Ana de Armas, Jeffrey Wright, Billy Magnussen, Rory Kinnear, David Denick, Dali Benssalah, Lisa Sorah-Sonnet

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