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La cultura del cuidado, que es el tema rector a partir del cual escribo en esta sección de ABC digital, nos propone mirar que aquellas relaciones que más nos importan, no se sostienen con calidad y salud solo por la certeza de tenernos ( contrato, casamiento, equipo conformado ). La palabra “pareja” puede darnos la sensación de estar juntos más eso no garantiza que vivamos una historia de amor. La etiqueta “equipo comercial” puede darnos una idea del espacio de la empresa en donde laboramos más no garantiza que seamos productivos y eficientes.
Los rótulos familia, vecinos, empresa, sociedad, novios, amigos, socios y tantos otros no tienen la capacidad intrínseca de volvernos felices, saludables o de generarnos un sentido.
El rótulo “pareja” puede estar embadurnado de corazoncitos y canciones de amor, de cliches románticos, de promesas frente a un sacerdote y de un contrato firmado en el registro civil, más desde mi perspectiva como coach sistémico esto no necesariamente alcanza para que la pareja tenga vida.
El rótulo “equipo gerencial” puede estar decorado por el nombre famoso de una multinacional, podemos tener un logotipo de lujo en lo alto de una oficina llena de vidrios espejados en la mejor zona de la ciudad, pero esto no necesariamente nos convierte en un equipo con la suficiente vida interior como para tener capacidad de respuesta a los retos del mercado.
El reto que le propongo a los lectores es que puedan mirar que una relación es algo vivo que necesita nutrición y que depende de lo que hacemos en nuestras interacciones para desarrollarse o tal vez quebrarse y en el peor de los casos morir.
Entonces encuentro clientes que dicen “tener” una pareja, un equipo, una amistad pero que nunca se sentaron a conversar con sus contrapartes sobre el para qué estamos juntos. No hay un propósito conversado.
Una vez me llegaron a responder algo así: “estamos juntos porque estamos casados y así tiene que ser”. En otra ocasión un líder de una empresa me respondió “yo estoy en el equipo porque tuve la suerte de que me contrataran”
Una pregunta al lector: ¿Hay vida en esas respuestas?
El propósito de una relación no está dado en el hecho de “tener” a alguien u otros bajo el mismo rótulo. El propósito apunta más bien a ese sentido trascendente que podemos co-crear conversando con los demás: qué nos mueve estando juntos, qué nos hace cosquillas en el alma estando juntos, qué talentos tenemos para sumar y alcanzar ese negocio.
El propósito de una relación es algo dinámico que se irá moviendo a medida que la vida transcurra y que podemos ir reinventando o recreado con amor, humor y pasión acompañando nuestra evolución. Ya no somos los mismos después de quince años juntos. Qué necesitamos hoy para que la pareja recupere sus latidos vitales. De qué manera podemos recuperar los orgasmos (físicos y simbólicos) para sentir (y saber) que tiene sentido seguir juntos este camino.
Pienso particularmente que liderar es estar del lado de la vida. Y eso implica no solo cuidarme y cuidarnos, también requiere que juntos cuidemos a la relación que no se quede seca de sentido. Huérfana de propósito. Muerta en vida.
Cuidar que en nuestro sistema circulatorio de la relación haya torrentes de sangre con vitaminas y minerales y no ríos de costumbre, arroyitos de resignación, placer a cuentagotas. Arterias taponadas por la grasa del qué dirán. O la mala sangre del “me quedo porque me conviene”.
Algunas preguntas de coaching de regalo:
¿Qué nos hace sentir productivos y necesitamos cuidar?
¿Qué es aquello que perdimos y que nos gustaría volver a recuperar?
¿Para qué queremos seguir por cinco o diez años más? ¿Qué nos va a “mover” cada mañana para seguir?
¿De qué manera podemos hacer que nuestra relación se sienta orgullosa de nosotros? ;)