A pedradas y prendiendo fuego, los manifestantes rodearon la sede parlamentaria y la asaltaron al grito de "dimisión" de los diputados y de su presidente, Aquila Saleh, que avaló la elección en febrero de un Ejecutivo paralelo al Gobierno de Unidad (GUN) de Trípoli, dos fuerzas que desde entonces se disputan el poder.
Desde febrero, la inestabilidad política ha generado bloqueos en la producción petrolera, casi la única fuente de ingresos del país; una parálisis en la gestión ante la inflación y continuos cortes de electricidad. Todo imposibilita que se consensúe un plazo para celebrar las elecciones suspendidas en diciembre.
El diputado libio, Ammar Al-Ablaq, dijo a Efe que "el movimiento callejero" sigue "al hartazgo por unas instituciones desgastadas" y pidió elegir una nueva autoridad legislativa, para avanzar en un referéndum constitucional.
"El derecho del pueblo a protestar pacíficamente debe ser respetado y protegido, pero los disturbios y los actos de vandalismo como el asalto a la sede de la Cámara de Representantes ayer por la noche en Tobruk son totalmente inaceptables", declaró hoy la asesora especial de la ONU para Libia, Stephanie Williams, que medió sin éxito esta semana en Ginebra entre instituciones rivales para avanzar en una convocatoria electoral.
ELECCIONES APLAZADAS
Un día después del anuncio de las fracasadas negociaciones, miles de manifestantes, especialmente jóvenes, salieron a la calle para protestar contra el deterioro de las condiciones de vida, en concentraciones que se extendieron desde áreas afines al GUN de Trípoli como al Ejecutivo paralelo, respaldado por el Parlamento de Tobruk.
Esta Cámara -tutelada por Jalifa Haftar, hombre fuerte del este del país- nombró en febrero a Fathi Bashaga como primer ministro paralelo a Abdulhamid Dbeiba, del GUN, el último Ejecutivo consensuado en Libia con el auspicio de la ONU en febrero de 2021 tras años de división.
Ante el aplazamiento "sine die" de las elecciones de diciembre, la Cámara consideró el mandato de Dbeiba expirado y nombró un nuevo Ejecutivo liderado por Bashaga. El primero anunció comicios para junio, y el segundo en el plazo de un año.
Pero el pulso estancó de nuevo la transición política en Libia, tablero de la geopolítica internacional a través de mercenarios extranjeros, desde el derrocamiento y asesinato en 2011 del déspota Muamar al Gadafi, tras 42 años en el poder.
PROMESAS SIN ACTOS
El primer ministro del GUN, Dbeiba, apostó hoy por la celebración de elecciones que, por el momento, no han sido convocadas.
Bashaga también ha manifestado su compromiso por un proceso electoral que legitime a alguno de los ejecutivos que compiten por el poder.
Sin embargo, las negociaciones de esta semana en Ginebra -lideradas por Saleh (pro Bashaga) y el Alto Consejo de Estado, Jaled al Meshri (pro Dbeiba), no alcanzaron un acuerdo en la elegibilidad de los candidatos presidenciales para consensuar un marco electoral, aunque se avanzó ampliamente en el proyecto constitucional de 2017.
Desde la nueva división política de principios de año, grupos armados y tribales han tomado parte de uno y otro bando en enfrentamientos esporádicos armados, que han hecho temer la vuelta a un conflicto bélico contenido en octubre de 2020 con un frágil alto el fuego.
"Es absolutamente vital que se mantenga la calma, que se demuestre un liderazgo libio responsable y que todos ejerzan moderación", pidió hoy la enviada especial de la ONU ante el nuevo envite político.