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El tercer Ejecutivo liderado por Costa tomó posesión el 30 de marzo de 2022 tras darle la vuelta a una legislatura inacabada gracias a la absoluta en las urnas, que anticipaba más tranquilidad después de liberarse del todo de las alianzas con los partidos a su izquierda.
Pero, un año después, la realidad es muy diferente: a la coyuntura externa adversa, con la guerra en Ucrania, se sumó la inestabilidad de su propio Gobierno.
Una docena de bajas, muchas de ellas entre escándalos y procesos judiciales, golpearon a su Gabinete, incluidos dos ministros.
La más sonada fue la del titular de Infraestructuras, Pedro Nuno Santos -uno de los delfines de Costa en el Partido Socialista (PS)-, que renunció tras la polémica por una indemnización con irregularidades pagada por la aerolínea TAP.
Estos "casos y casitos", como los llamó el propio primer ministro, han hecho mella en su mayoría absoluta: los sondeos revelan una caída del PS y algunos incluso dan empate técnico con el centroderecha.
"Desgasta la opinión pública y las relaciones entre los varios órganos de soberanía, como el presidente", señala a EFE Isabel David, del Instituto Superior de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad de Lisboa.
TENSIONES CON EL PRESIDENTE
Esta legislatura parece haber puesto fin al idilio casi continuo que vivía Costa con el presidente luso, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, y la sintonía entre ambos que caracterizó los dos mandatos anteriores ha dado paso a la crispación.
El jefe del Estado, normalmente más partidario de mantener la estabilidad, ha agitado las aguas con críticas al Gobierno.
El último dardo fue lanzado contra el plan de vivienda, medida estrella de Costa en lo que va de legislatura pero que, según Rebelo de Sousa, es "inoperativo".
La relación entre primer ministro y presidente "está ahora probablemente en el punto más tenso que ha habido", asegura a EFE André Azevedo Alves, profesor del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Católica Portuguesa.
POCAS MEDIDAS NOVEDOSAS
Si el plano político ha estado marcado por la inestabilidad, el ejecutivo ha sido, sobre todo, de continuidad.
"Es un Gobierno más de lo mismo", afirma Isabel David, que cree que Costa ha seguido la línea de mantener las "cuentas correctas" incluso con un giro hacia el centroderecha, ahora que no tiene que responder a nadie a su izquierda.
La medida más destacada ha sido el plan de vivienda, pero todavía está en proceso de ponerse en marcha y ha levantado muchas críticas, sobre todo por la ley que obliga a alquilar las casas desocupadas.
Costa también ha tenido que hacer frente a la inflación (llegó a superar el 10 %), aunque su respuesta, según los expertos, ha ido en línea con la orientación europea y limitada por el poco margen de maniobra, al no tener potestad sobre la política monetaria y por la elevada deuda pública que no permite grandes desembolsos.
Al calor de la subida del coste de vida ha crecido también la conflictividad social, con numerosas huelgas y manifestaciones de profesores, sanitarios, transportes y otros funcionarios.
También ha sido aupada por la ruptura con los partidos más a la izquierda, explica Azevedo Alves, que no anticipa que la situación se vaya a calmar, lo que puede seguir agitando la mayoría absoluta de Costa.
"Hay señales que apuntan a que la inestabilidad puede continuar e incluso agravarse", prevé.
Si la situación escalase hasta un punto irreversible, podría llegar la "bomba atómica": que el presidente decida disolver el Parlamento.
Algunos expertos no lo descartan, sobre todo si Costa cumple sus aspiraciones de ocupar un cargo europeo y decide dejar la legislatura a medias.