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“Condenamos decididamente el recrudecimiento del bloqueo anticubano por parte de Estados Unidos”, aseveró la diplomática en su tradicional rueda de prensa semanal.
El Gobierno de EE.UU. prohibió a partir de este miércoles los cruceros a Cuba y restringió las visitas culturales de los ciudadanos estadounidenses, en un nuevo intento por asfixiar a la economía cubana y responder a su “papel desestabilizador” en Latinoamérica.
Las medidas anunciadas la víspera endurecen el embargo comercial a la isla y buscan presionar a La Habana para que retire su apoyo al presidente venezolano, Nicolás Maduro.
En un comunicado, el Departamento de Estado aseguró que el objetivo es acabar con el “turismo velado” que, a su juicio, “ha servido para llenar los bolsillos de los militares cubanos, que son la misma gente que apoya a Nicolás Maduro en Venezuela y que reprime al pueblo cubano en la isla”.
A inicios de la semana pasada, el ministro de Exteriores cubano, Bruno Rodríguez, visitó Moscú, donde se reunió con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov. Ambos se mostraron unidos frente a las “medidas coercitivas unilaterales” de Estados Unidos contra sus países, en especial el embargo contra la isla y los intentos de Washington de reactivar la Doctrina Monroe en Venezuela.
Posteriormente, el viernes arribó a Moscú el vicepresidente cubano, Ricardo Cabrisas, donde se entrevistó con el viceprimer ministro ruso, Yuri Borísov, así como los titulares de Transporte y Agricultura. “Les prestaremos todo tipo de ayuda”, prometió Borísov al vicepresidente cubano al comentar la situación creada por las restricciones estadounidenses.
Desde que llegó a la Casa Blanca en enero de 2017, Donald Trump ha endurecido la política hacia Cuba con sanciones a los hoteles de la isla, reducciones del personal diplomático y la activación de una ley que permite demandas en tribunales estadounidenses por bienes expropiados tras la Revolución de 1959.