Ingeborg Bauermeister es el nombre de esta enfermera que vive cerca de Hamburgo, en Alemania, y decidió darles amor y espacio a estos pequeños animalitos en el salón de estar de su casa.
"Lo único importante es que la mesa, el sofá y mis dos sillas estén libres", dice la mujer ya jubilada. Ingeborg les abre las puertas a los erizos todos los otoños porque es "la estación de los bebés". Siempre le traen a los más pequeños. Le llegan de todas partes y ella los cría.
¡Hace esto desde hace 20 años! Pero nunca tuvo tantos juntos como ahora. "Este año nacieron muy tarde. Todavía tengo que darles de comer a dos con la mamadera (el biberón)", cuenta. "¡Son tan pequeñitos! Aún no tienen dientes, comenta.
Estar pendiente de casi 80 erizos no es tan fácil como parece. "Arranco a las 7 de la mañana limpiando y termino a las 12:30. A las 15:00 en punto empiezo a darles de comer y termino con todo a las 18:30", relata la abuela su atareado día. "Además, tengo que darles de comer a los más bebés cada cuatro horas", apunta.
Compartirá su sala de estar hasta diciembre con los cuadrúpedos pinchudos, y el que logre llegar a los 350 gramos será soltado al bosque. “Este año ya debo haber devuelto a la naturaleza unos 30 erizos”, cuenta. Los que no alcancen un buen peso para sobrevivir, pasan un tiempo más en un sótano fresquito.