“Kagan (1972) definió la incertidumbre como un estado afectivo alerta que surge de la incapacidad de predecir el futuro, o la incompatibilidad entre dos ideas, una idea y una experiencia, o una idea y un comportamiento”, manifestó la licenciada Alejandra Fernández, psicóloga educacional y neuroeducadora.
La profesional mencionó además que en la psicología social se presentan tres constructos que resultan útiles para comprender de qué manera las personas lidiamos con la incertidumbre, la cual nos ayuda a reconocer nuestro estilo a responder ante la misma y también nuestros hijos; estos son:
- La primera manera sería presentar una intolerancia a la ambigüedad (Budner, 1962) en la cual la persona tiende a realizar interpretaciones de situaciones ambiguas como amenazantes lo que lo lleva directamente a evitarla o rechazarla, lo que va generando sentimientos displacenteros (ansiedad, disgusto, incomodidad, ira, etc.)
- La segunda resulta de la necesidad de un cierre cognitivo que sería el deseo de llegar a una respuesta definitiva sobre un tema abierto para evitar la incertidumbre, la confusión y la ambigüedad (Webster y Kruglanski, 1994) la cual los llevaría a la formación de juicios de manera rápida y por ende simple únicamente basado en evidencia con limitaciones.
- La última nos habla de que la orientación a la incertidumbre de las personas puede afectar la forma en que procesan la información cuando abordan situaciones de diversos grados de incertidumbre (Shuper & Sorrentino, 2004) por ejemplo esforzándose para mantener lo que para esa persona representa claridad ignorando la incertidumbre utilizando como unos atajos para la toma de decisiones.
¿Cuáles son algunas estrategias útiles para gestionar la incertidumbre?
Según los expertos Dalila Dragnic-Cindric y el Dr. Jeffrey A. Greene de la Universidad de Carolina del Norte, las estrategias son las siguientes:
- Comprender y aceptar: por más que nuestro cerebro nos envía un mensaje de alarma, de amenaza, poder comprender que lo que me sucede –por ejemplo, sentirme ansioso– también les ocurre a los demás.
- Normalicemos: aquí como padres se tiene una responsabilidad grande ya que los chicos tienden a modelar sus sentimientos, reacciones, comportamientos en torno a los suyos, y resulta clave en este aspecto modelar el comportamiento del niño y/o adolescente expresándole por ejemplo “la clase o videoconferencia al principio me puso ansioso, nervioso, etc., pero me di cuenta también de que te puede pasar a vos”.
- Convertir lo desconocido en algo más familiar: si a tu hijo le están causando cierto nivel de ansiedad las videoconferencias, o el hecho de hacer preguntas, entonces sería importante que vayan practicando a través de videollamadas y simular ciertas situaciones y preguntas para que vaya familiarizándose.
- Equilibrar: entre mis estilos de respuesta ante la incertidumbre y la toma de decisión que se precisa en ese momento, por ejemplo ¿qué institución es mejor para mi hijo? ¿Cómo logro adecuar horarios? ¿Decido enviarlo o no?
“Cabe destacar que es necesario que ante los nuevos desafíos e incertidumbre los padres cuiden de su salud mental mediante varias estrategias a veces sencillas que podrían ayudarlos a lidiar con las demandas que exigen este nuevo modo de vivir y puedan en caso de sentirse desbordados acudir a un profesional calificado que le brindará estrategias adecuadas de afrontamiento”, agregó la licenciada.