Las calles no son de la Policía (II)

El muchacho estaba allí parado, superado por la situación y sin saber qué hacer, y mientras el tráfico fluía lentamente a su lado podía escuchar algunos comentarios de las personas que pasaban y se habían percatado de lo ocurrido “esperá que llegue la Policía para hacer cualquier cosa” le dijo alguien, y otro más cauto “pedí en seguida asistencia legal”, seguramente ambos movidos por las mejores intenciones, no obstante, lo que más precisaba en ese momento era de una ayuda idónea.

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Lejos de serlo, pero sabiendo por experiencia propia lo que se siente estar en esa situación, estacioné lo mejor que pude y me acerqué a ayudarle; en pocas palabras me explicó que apenas un minuto antes, el motociclista se le había cruzado “de la nada” y que él lo atropelló de frente. Para esos momentos, el primer policía ya se estaba acercando. “Tranquilizate” le dije al joven, mientras averiguaba la situación del motociclista caído en el asfalto, quien a pesar de la incomodidad de su posición respiraba con tranquilidad y me pudo contestar, sí, se sentía bien aunque un poco dolorido, “por favor guardame mi bolso, tengo allí mis talonarios de recibos y cobranzas del día”. Acerqué el bolso a la moto, indicándole al agente lo que estaba haciendo. Volví junto al conductor del auto, marqué en su celular el número de su seguro y le expliqué los próximos pasos que debía hacer, ya más calmado después de explicarle que el conductor de la moto estaba consciente y hablando, que todo indicaba que no tenía golpes de consideración –pero eso se tenía que corroborar con estudios médicos- y que todo iba a salir bien. Cuando unos 15 minutos más tarde llegó un pariente a hacerse cargo de la situación, le expliqué lo ocurrido y me retiré.

A la mañana siguiente, el joven conductor del automóvil tuvo la gentileza de llamarme y me agradeció por haberle dado una mano en ese momento. “Realmente me volvió el alma al cuerpo” me comentó, luego de que fueron a Emergencias Médicas y se pudo constatar que el motociclista solo sufrió contusiones y rasguños sin mayor gravedad, por suerte también usaba casco (“por suerte usaba casco”) y habían llegado a un acuerdo mutuo de compensación a través del Seguro del automovilista. Lo que se dice, la sacaron barata ambos; sabemos que no siempre ocurre así, los accidentes ocurren por diversos motivos y los motociclistas son los que están más expuestos. Al incumplimiento de las normativas contenidas en la LEY NACIONAL DE TRÁNSITO Y SEGURIDAD VIAL -Ley No. 5.016/14- que se reglamentan –con sus modificaciones correspondientes- por el Reglamento General de Tránsito en la Ordenanza Municipal 479/10, se suman el mal estado de las calles, la crispación generalizada y el mal estado técnico de los vehículos que circulan. Y el problema no se acaba allí, en las calles cunde un descontrol generalizado, una anarquía perceptible fácilmente, a la que casi nos estamos acostumbrando por la falta de soluciones consistentes, e igualmente no es visible la presencia –y mucho menos acción- de la Policía Municipal de Tránsito.

Hace varios años ya, ABC tuvo la gentileza de publicar un artículo que titulé “La calle no es de la policía”, parafraseando una expresión del otrora poderoso Ministro del Interior, que se jactaba de esa forma del empoderamiento indiscriminado de la Policía Nacional en el ejercicio –uso y abuso- de sus funciones en la vía pública. En este artículo –resumo- refería a un viaje que realicé saliendo en la madrugada de un día feriado de Asunción, observando como muchos cruzaban en rojo los semáforos, para llegar un par de horas después a CDE, viendo por el camino adelantamientos indebidos, maniobras por demás riesgosas, gente arrojando basura a la ruta desde la ventanilla, y todo esto sin haber visto a un solo Policía de Tránsito o de la Patrulla Caminera en las 5 horas y pico de viaje. “Notable”, concluía en aquella ocasión, “aquí no ocurren más accidentes porque Dios es grande, y la calle, por lo menos en feriados, definitivamente no es de la Policía”.

Y no es que me agrade la presencia de la Policía de Tránsito en las esquinas, detrás de las curvas o semiescondidos detrás de carteles como los encontramos hoy, y menos por la forma intimidatoria en que se presentan y encaran a los infractores, todo lo contrario, creo que como sociedad deberíamos autogestionar mucho más y mejor los límites de nuestros derechos y obligaciones, y cambiar el Reglamento Interno de la PMT para convertirla en una Institución mucho más profesional, eficaz y amiga, que proteja y sirva como corresponde. Pero mientras tal cosa ocurra, me preocupa el hecho de que, en medio de esta desesperación e ira contenidas, los conductores –como nunca- incumplan los reglamentos de tránsito con todo el riesgo que esto conlleva, y así se pasen semáforos en rojo, se gire un U en cualquier lado, transiten vehículos sin las habilitaciones correspondientes (esto es seguramente lo más peligroso de todo), y no sufran las consecuencias porque sencillamente no hay presencia de la Policía de Tránsito, que se limita a ciertas horas y cruces, mientras el sistema de control por cámaras es sumamente limitado.

Como si todas estas situaciones no fueran de por sí suficientemente graves, se suma el hecho de que, en vísperas de elecciones Municipales en todo el país, los funcionarios administrativos hacen lo que quieren, y los operativos –sencillamente- brillan por su ausencia. Históricamente, son tiempos en los que el funcionariado comunal “tiene cancha libre”, y esta situación de descontrol es perceptible, además del cuasi temor de las fuerzas públicas de realizar sus tareas y la tendencia –cada vez más llamativa- de la sociedad a no respetar a las autoridades, por sobradas razones.

Las calles son de los ciudadanos, de usted, de los automovilistas, motociclistas y también de aquellos osados que nos animamos de vez en cuando a salir a pasear en bicicleta, de los peatones y de gente con capacidades diferentes que también tienen que cruzar la calle. Y al margen del respeto y la empatía que deben primar en las relaciones entre todos, también se hace necesaria la presencia más visible y profesional de Agentes de Tránsito, para ayudar a hacer más fluido y ameno el tráfico en nuestra ciudad.

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