Se manifiesta de distintas formas y puede sorprendernos a la vuelta de cualquier esquina. Nos molesta en los demás cuando nos afecta, pero lo justificamos de mil modos cuando somos nosotros los responsables. Puede tener consecuencias gravísimas, como también no pasar de un fastidio para un transeúnte, y está tan generalizado y hasta arraigado en la idiosincrasia paraguaya que es pasado por alto la mayor de las veces.
El festejo de un cumpleaños siempre es una ocasión especial. En este sentido, es esperado por todos y en especial por el agasajado. De tanto en tanto se da alguna excepción, y podemos encontrar a alguno que, por razones de índole personal, religiosa o de algún otro tipo, prefieren pasar de largo la fecha. Pero al común denominador de la gente, por lo menos en este hemisferio y particularmente en nuestro país, le gusta “hacer algo” para celebrar su onomástico.
La idea fue fantástica: El “Judas” que ardió en llamas en medio de un gran patio no representaba por su fisonomía o vestimenta a nadie en particular, tampoco tenía un cartelito con el nombre de algún político o jugador de fútbol. Sencillamente, todos los felices participantes de aquella fiesta, desde niños hasta personas muy entradas en años, escribieron en un pedazo de papel un sentimiento o acción negativos y los introdujeron en los bolsillos del personaje.
Días pasados, tuvimos el privilegio de participar del lanzamiento de una nueva novela de un autor nacional, en el local de “El Lector” sobre la Avenida San Martín. En la agradable velada, además de disfrutar de la soberbia introducción - “sin espoilear demasiado”-, según sus propias palabras, de Bernardo Neri Farina, nos hicimos de una dedicatoria manuscrita en el ejemplar adquirido y compartimos puntos de vista con algunos participantes de la interesante concurrencia.
Cuando niños, muchos tuvimos el privilegio de leer el cuento “La Lecherita”, adaptación de la fábula de Félix M. Samaniego. Recordando este breve material de la literatura infantil, el mismo tenía como protagonista a una niña que llevaba un cántaro de leche al mercado para venderla, anticipando mentalmente lo que haría con ese dinero. Tenía pensado comprar pollitos, venderlos luego como pollos, adquirir un cerdo y después con el importe de su venta comprar otra vaca. Así, mientras daba rienda suelta a sus sueños desatendió el camino, y tropezando con una piedra el cántaro se hizo añicos y la leche se perdió.
En una escena familiar muy típica, el adolescente incomprendido y víctima de la estrechez mental de sus padres se quejaba con la abuela. La anciana, atalaya de los nietos y llena de sabiduría traducida en sabios consejos, se limitaba a escuchar las razones del chico, sumamente ofuscado porque le prohibieron asistir al concierto de un artista de moda del momento.
El grupo de amigos encontró una buena oportunidad para reunirse con el tema de la final de la Champions. Como espectáculo es algo fantástico, de esto no cabe duda alguna. Lo que sí deja una incógnita son las emociones que provoca un evento que ocurre a miles de kilómetros de distancia y que, en puridad, nos afecta poco y nada.
Existen muchas teorías y estudios relacionados a establecer qué países o regiones son mejores o peores para vivir. Entre éstos, se destacarán los reconocidos por una democracia madura y sólida, de forma tal a asegurar la libertad integral a sus habitantes. Este hecho será el punto de partida natural de muchos otros factores, entre los que destacan la posibilidad de generar mayores ingresos, el clima, la apertura y trato hacia los extranjeros y también la gastronomía. No faltó incluso quien aconsejó a una pareja joven que tenía intenciones de emigrar “los mejores países son aquellos donde hay buena música, buena comida y buen fútbol”. Desde un análisis general, la postura no estaría mal concebida.
Los problemas medioambientales que se originan a partir de la producción de residuos orgánicos y plásticos en los hogares son una realidad y preocupación a nivel mundial de la que nuestro país no está exenta. Usted y yo generamos toneladas de basura cada día en nuestras casas, y somos responsables en gran medida de lo que ocurra a partir de ello. El tratamiento adecuado de este problema es de gran importancia, pero recién empieza a tomarse en serio en nuestro país.
En las últimas semanas, la escasez de tomates en el mercado se hizo latente para perjuicio de los consumidores, tanto por la oferta limitada del producto en sus diferentes variedades como por el precio elevado. Esto motivó lógicamente una escalada de quejas y reclamos, que tuvieron eco en todos los sectores interesados o afectados, dándole llamativamente algunos de ellos un sesgo o cariz que, lejos de colaborar para la solución integral de la situación, más bien buscaban sacar alguna ventaja de la misma.