Cada uno de los bautizados está llamado “a colaborar con Jesús para sanar el mundo, para sanar toda nuestra realidad, para liberar a nuestra realidad de todo lo que no es de Dios. De todo lo que constituye el pecado que divide a los hermanos, el pecado que lastima la vida, el pecado que destruye el compartir fraterno”, recordó el obispo Pistilli.
La ceremonia religiosa se realizó en la explanada del templo de la Virgen de Itacuá, con un reducido número de feligreses por razones sanitarias.
La cantidad máxima permitida fue de 500 personas, ingresadas previa distribución de unas tarjetas especiales de acceso. El obispo recordó el año del laicado, vocación que llama a todos los cristianos.
También por razones de seguridad sanitaria, este año no se realizó la peregrinación nocturna que tradicionalmente se organiza en las distintas parroquias para confluir en el santuario y participar de la misa presidida por el obispo.
Finalizada la misa central, que se inició a las 06:00, se cumplió con una procesión con la imagen de la Virgen que partió desde el santuario y recorrió calles y avenidas de la ciudad de Encarnación, pasando frente a sitios específicos como el hospital regional, el hospital del IPS, el asilo de ancianos y otros, para luego regresar hasta Itacuá, donde seguirán las celebraciones durante toda la jornada.