Obispo Collar crea 11 laicos acólitos para repartir la comunión

Monseñor Pedro Collar Noguera (i) durante la misa de institución de los nuevos acólitos. La ceremonia se realizó el sábado en la Catedral de San Juan Bautista, Misiones.Rafael Marcial Montiel

SAN JUAN BAUTISTA, Misiones. El obispo de Misiones y Ñeembucú, monseñor Pedro Collar Noguera, durante una misa concelebrada en la Catedral de esta ciudad creó 11 nuevos laicos acólitos, quienes tendrán la misión de ayudar a los presbíteros y diáconos en la distribución de la comunión a los fieles y llevarla a los enfermos.

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La ceremonia de institución del ministerio del acolitado se realizó el sábado último en la Catedral de San Juan Bautista, Misiones, en ocasión de celebrar la misa por los 46 años de fallecimiento del primer obispo de esta jurisdicción eclesiástica, monseñor Ramón Bogarín Argaña. La Comisión Amigos de Monseñor Bogarín promueve la canonización del extinto obispo.

En la oportunidad, monseñor Collar Noguera explicó la misión de los acólitos preparados para el diaconado y para prestar servicios a la Iglesia.

El obispo, al dirigirse a los nuevos acólitos, señaló que este ministerio nació en los tiempos apostólicos para atender las necesidades de la Iglesia mientras los apóstoles se dedicaban libremente a la misión que el Señor les confió.

“Al ser elegidos para el ministerio del acolitado, ustedes se hacen más disponibles para un mayor y humilde servicio a la Iglesia, pueblo de Dios”, señaló el obispo, al tiempo de explicar que por este ministerio se les confía la misión de ayudar a presbíteros y diáconos en su ministerio y distribuir, como ministros extraordinarios, la Sagrada Comunión a los fieles e incluso llevarla a los enfermos.

“Al unirse más estrechamente al ministerio eucarístico están llamados a crecer y vivir más intensamente el sacrificio del Señor”, enfatizó Collar Noguera.

El obispo les recordó a los acólitos que, de la misma manera que participan con sus hermanos de un mismo padre, también forman con ellos un solo cuerpo, pues con amor sincero a este cuerpo místico de Cristo, sobre todo a sus miembros necesitados y enfermos, llevarán a la práctica aquel mandamiento que el Señor dio a sus apóstoles en la última cena: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”, concluyó.

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