Miguel Britos (62) es un hábil chipero que construye su propio tatakuá con inusitada rapidez. Esta tarde y durante la madrugada del 8 de diciembre espera estrenar el horno pese a la lluvia. El fuego aplacará toda la humedad y el horno estará listo para dorar 100 chipas por saca.
Dijo que el secreto está en la altura del tatakuá, en este caso no tiene mucha altura, una forma semicircular perfecta, reboque y estar ubicado sobre una plataforma debajo de la cual se colocan las leñas. “Las medidas son fruto de la experiencia. Para este tatakua utilicé 300 ladrillos y 35 tejuelones. La mezcla es tierra colorada, pero el reboque lleva un poco de arena y cal”.
Miguel asegura haber adquirido los conocimientos de construcción de un tatakua de su padre (Justo Britos, quien falleció no hace mucho a los 94 años) que era albañil y este a su vez lo aprendió de su abuelo.
Miguel dice que son once hermanos de padre y madre y 18 los de padre. Todos son trabajadores y dos se dedican al mundo de la chipa en sus chiperías El Abuelo y San Justo, esta última de su hermano Wladimiro. Su madre, doña Sinforiana Montiel de Britos, a los 85 años sigue preparando cocido para los peregrinos y su esposa Andresa Villasboa es la que se encarga de preparar el chipa al estilo casero.
Pese a que la ruta los desalojó de su anterior emplazamiento ahora esperan hacer buenas ganancias durante la festividad.