Si bien la floración comenzó en julio, es en agosto cuando sus frutos dan categoría de espectáculo al lapacho rosado (tajý hú en guaraní), que se encuentra diseminado por todo Asunción desde que en la segunda década del siglo XX las diferentes administraciones municipales impulsaron su plantación.
Desde entonces es el icono de la capital paraguaya, a la que cubre con una nieve de flores que cada agosto caen sobre las aceras para convertirlas en auténticas alfombras rosadas.
El deslumbrante regalo que proporciona el árbol, que puede alcanzar hasta un máximo de 35 metros de altura, está muy presente entre los asuncenos, quienes acostumbran a plantarlo en sus jardines para gozar de su lujuria plástica y tenerlo como ecológico aliado.
“La gente lo planta por su belleza y aporte escénico”, dijo a Efe Mercedes Jiménez, de la Dirección de Gestión Ambiental de la Municipalidad de Asunción.
El cuidado de los vecinos de la capital del lapacho contrasta con su depredación en los bosques del interior de Paraguay debido a la tala ilegal y a su demanda en los sectores de la construcción y la producción de muebles.
“En el bosque paraguayo se encuentra poco por la deforestación.Su madera es muy preciada y cara para muebles. Ninguna otra madera tiene el acabado del lapacho en el proceso de hacer muebles”, indicó Jiménez.
Pese a que el lapacho rosado es parte del paisaje asunceno, se desconoce la cantidad exacta con los que cuenta la ciudad debido a que nunca se hizo un censo de los mismos.
En realidad tampoco existe un inventario del total de especies arbóreas de Asunción, pese a que en 2014 la ciudad fue nombrada Capital Verde de Iberoamérica.
Ese título, concedido por la Unión de Capitales de Iberoamérica, tuvo en cuenta la exhuberante masa boscosa de la capital guaraní, con casi 24 millones de metros cuadrados de área verde, entre espacios públicos y privados.
Ello significa que a cada habitante de Asunción le corresponde un área verde de 42,94 metros cuadrados, sumando sus zonas públicas y privadas.
En cuanto a áreas verdes públicas, la proporción por habitante es de 24,54 metros cuadrados, cuando en la vecina Montevideo es de 9,2 metros cuadrados y en Buenos Aires 6,1 metros cuadrados, según datos de la Municipalidad.
A este pulmón se suma la presencia de 346 especies de aves, el 48,6% del total del país, de las cuales unas 30 son migratorias y descansan en la ciudad ante de emprender su ruta.
Pero el hábito no hace al monje, que dice el refrán.
Organizaciones vecinales y ecologistas denuncian que ese ropaje verde no está en concordancia con una ciudad que sigue sin resolver su caótico tráfico vial, con fama de sucia y con un deficiente servicio de recolección de basuras, que se amontonan en vertederos ilegales o calles y avenidas.
Además de contar con un precario sistema de alcantarillado que impide, entre otras cosas, el baño en la bahía que forma el río Paraguay, actualmente prohibido.
A la espera de que se avance en la superación de esas carencias, el lapacho rosado (que como el amarillo y el negro pertenece a la familia de las Bignoniáceas) sigue estremeciendo la ciudad con su estallido rosado, al menos hasta finales de septiembre, cuando la temporada invernal sea ya historia.