La frontera de más de 1.000 kilómetros entre ambos países es testigo de constantes vaivenes de cargamentos de cocaína elaborada con coca boliviana y marihuana, de la que Paraguay es el mayor productor de Suramérica.
Ciudades fronterizas como Ciudad del Este y Pedro Juan Caballero se han convertido en la base de operaciones de los narcos “brasiguayos”, como se conoce a los brasileños que residen en Paraguay, que dominan el tráfico en la región, según explicó a Efe el jefe Antinarcóticos de Paraguay, Luis Rojas.
Se trata de los grupos criminales que dominan la venta de droga en las favelas y barrios marginales de Río y Sao Paulo, como el Comando Vermelho, el Primer Comando da Cidade (PCC) o Amigos dos Amigos (ADA).
“Aprovechan las áreas desoladas, los caminos en mal estado. Usan carretas con bueyes y después vehículos a motor. Muchas plantaciones están a unos 5 kilómetros de la línea de frontera con Brasil donde hay muy poco control debido a las características geográficas”, dijo a Efe el comandante de las Fuerzas Especiales de la Senad, Oscar Chamorro.
Según la Policía, los propietarios de las estancias, que llegan a tener hasta 30.000 hectáreas de extensión, pueden tardar semanas en enterarse de que alguien ha entrado en sus tierras y ha comenzado a sembrar cientos o miles de plantas de marihuana.
En un gran operativo centrado en la ciudad fronteriza de Capitán Bado que terminó esta semana y contó con el apoyo de la Policía Federal de Brasil, la Senad destruyó 747 hectáreas de marihuana a punto para ser cosechada.
Puede parecer mucho, pero la propia Secretaría estima que en el país hay entre 5.000 y 8.000 hectáreas plantadas con esa droga, lo que supone en sus propios cálculos una producción de entre 30.000 y 45.000 toneladas de marihuana al año.
“La represión debe ser implacable pero hay que tomar acciones políticas para llegar al problema de fondo”, admitió Rojas.
Según las autoridades, el 80 por ciento de la marihuana producida en Paraguay tiene como destino Brasil, mientras que el resto acaba en los otros países vecinos.
Un kilo de marihuana cuesta apenas 30 dólares en Paraguay, en Brasil el precio casi se quintuplica y en Chile puede llegar a los 1.000 dólares, según datos de la Senad.
Según Rojas, ha habido “un cambio de posiciones” en el narcotráfico regional: “Perú es ahora primer productor de cocaína, después Bolivia y Colombia, mientras que Paraguay se convirtió en lugar de paso por la deficiencia de los controles”.
Dentro de esos cambios, bandas brasileñas han empezado a financiar laboratorios de producción de cocaína en Paraguay, siempre cerca de la frontera con Bolivia, de dónde proviene la “pasta base” que se usa para producir la droga.
Hace unas semanas la Senad desarticuló uno de estos laboratorios, que producía una tonelada de cocaína al mes.
Los grupos brasileños también adelantan el dinero para las plantaciones de marihuana, que cultivan y resguardan agricultores locales hasta que ellos se llevan el producto.
El coordinador general de la Lucha contra las Drogas de la Policía Federal brasileña, Cassius Baldelli, reconoció el aumento de las operaciones en Paraguay de los narcotraficantes de su país en los últimos años.
“Sí, actúan más y por eso venimos siguiendo el movimiento de estos criminales que principalmente se quedan en la zona fronteriza”, dijo a Efe Baldelli durante su participación en el operativo conjunto de erradicación de marihuana.
Hace diez días fue detenido en Ciudad del Este Enio Santos de Souza “Tché Loco”, supuesta mano derecha de uno de los más grandes narcotraficantes brasileños que actúan en Paraguay, Jarvis Chimenes Pavao, que cumple condena en una cárcel asuncena.
Fuentes oficiales creen que Pavao continúa dominando parte del narcotráfico de cocaína regional desde su celda.
Tché Loco llevaba una vida de lujo en Ciudad del Este, con una residencia ubicada en una urbanización de lujo.
Esta misma semana otro narcotraficante brasileño, Nilton Cezar Antunes Verom, reconocido miembro del Primer Comando da Capital o PCC fue extraditado a su país tras ser detenido en Paraguay.