Los diarios publicaron en sus tapas fotografías del quincho de mi casa, en donde se amontonaban bolsas de pomelo. En honor a la verdad, debo reconocer que son cien mil las bolsas que han caído en mi poder. El daño patrimonial es apenas perceptible, pues hablamos de tres pomelos menos en la casa de cada paraguayo. Que otros también saquen sus frutas esquilmando la mesa de los compatriotas ya no es problema mío.
El caso es que esas fotografías me crearon muchos problemas y se inició una investigación, o más bien, yo llamaría persecución. Al instante, un apreciado amigo me llamó del Ministerio Público a avisar que iban a allanar mi casa. Tomé las precauciones correspondientes y distribuí las bolsas entre mis allegados. Unas miles las dejé en el depósito de un cuñado y otras miles en el galpón de un primo.
Así las fui distribuyendo, no sin antes dejar unos cuantos pomelos que fueron repartidos entre los fiscales, los jueces y, además, dejé bien claro que, aunque estaba libre de culpa y pena, donaba dos bolsas al Ministerio de Frutas Nacionales.
Pasó un mes de ese tropiezo en mi carrera política, estoy preso en la Agrupación Especializada, la calefacción funciona muy bien y es de gran utilidad en estos días fríos, que también los enfrento con whisky de buena calidad, como es mi costumbre. Mi abogado dice que necesita dos bolsas más de pomelo para el juez y en una semana podré volver a mi casa bajo arresto domiciliario y con permiso para trabajar.
Estoy llamando a los amigos donde dejé los pomelos y me comentan que están bien cuidados, listos para ser exprimidos. Mientras dure este remedo de investigación, los iré sacando de a poco, total siempre están ahí. El daño a mi patrimonio fue mínimo.
Aprovecho la ocasión para saludar a mis correligionarios y recordarles que las puertas de mi casa siempre estarán abiertas. Ellos saben que nunca les he faltado. Sedientos se acercaron y nunca les negué la mitad de algún pomelo caído de mis bolsas. Eso es preocuparse por el pueblo, gestos como esos me convierten en un gran líder. Por eso gano elecciones.
Seguiré impunemente robando pomelos y en gran cantidad. Aclaro que robar tres o cuatro pomelos también es un robo por el cual se debe pagar, pero en un país como el nuestro, con una justicia abyecta, robar poco es peligroso, uno puede ir a parar a Tacumbú. Dios me libre de eso.