Cargando...
Fue justamente este quien no pidió el auxilio de la Fuerza Aérea Paraguaya para trasladar con mayor celeridad a la enfermera Nimia Ramírez Aquino (45) quien, aquejada del covid, tuvo que viajar por 20 horas casi 800 km por agua y tierra para encontrar la muerte en busca de ayuda y asistencia en la Capital.
Es noticia la consternación e indignación por la muerte de esta trabajadora de la salud que deja cinco personas huérfanas, dos de ellas menores de edad. Según Gallagher, “está contraindicado que un paciente covid positivo en descompensación viajara en avión por la variación de presión en la altura”. Sin embargo, en la literatura internacional encontramos cientos de noticias de traslados de pacientes con esa enfermedad que son llevados desde zonas lejanas a los centros de atención en aeronaves militares. En Paraguay es sabido que existe esa posibilidad cuando se trata de una emergencia sanitaria, inclusive, si es en horario diurno el traslado se realiza en helicóptero, las aeronaves son readaptadas para el caso.
A este despropósito se suma lo olvidados que están los paupérrimos centros de salud de la zona de Alto Paraguay (cuatro en total) que cuentan con 22 médicos para unos siete mil habitantes. Si hay que sumarle más calamidad a la calamidad, estos profesionales no cuentan con especialización alguna.
Así es que la infame odisea de Nimia comenzó en una embarcación que tuvo que navegar 70 kilómetros aguas abajo para llegar a Camelo Peralta. De ahí tuvo que cruzar hasta Puerto Murtinho (Brasil) donde le aguardaba una ambulancia de SEME (Paraguay), que hace guardia permanente, para recorrer por rutas brasileñas casi 300 km y llegar 20 horas después a su destino final: la muerte. A ver si nos despertamos, a ver si dejamos de robar, aunque sea un poquito, y lo invertimos en los centros de salud de Alto Paraguay, digo, ya que –según el presidente Mario Abdo Benítez– tenemos el “mejor servicio de salud del mundo”; quisiéramos ver si fuese el peor. Dios nos salve.