La mayoría

Siempre fuimos minoría los que anhelamos un país mejor. El resto, al que no le importa nada, es la mayoría y por lo tanto decide quién está en el gobierno. La falta de información o la falta de interés para acceder a ella son el denominador común en esa ciudadanía dormida y conformista.

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Hay gente que concibe las nucleaciones políticas como clubes de fútbol. No importa el error, las atrocidades que cometa o las burradas que se digan, ellos llevan siempre en alto la bandera de su partido, con orgullo y como barras bravas contra el adversario. Las ideas nada importan, solo el color, ese con el cual se identifican.

Muchas veces, ni siquiera son beneficiarios directos de que su partido esté en el poder, pero aseguran que es la mejor opción. Sentenciando que si estuviera el otro, a estas alturas ya estaríamos juntando las ruinas de lo que su nucleación construyó.

El día de la votación van a sufragar en familia, no conocen y tampoco les importa el proyecto del candidato, suficiente es ver el color de su bandera, el número de lista y el rostro familiar para marcar con la X. Luego se desentienden de la situación por cinco años. Si la gestión es desastrosa y se animan a reconocerlo, cosa que pocas veces ocurre, es siempre por circunstancias ajenas a su partido.

Viven anestesiados en el día a día sin preocuparse por la situación que atraviesa el país. Es cierto, trabajan y tratan de salir adelante, pero no logran comprender que para conseguirlo, se debe crear un entorno adecuado: Oportunidades y reglas de juego que premien el esfuerzo, la capacidad y el talento, no el amiguismo.

Con ese electorado tan pobre, el candidato no necesita prepararse mucho para participar de la carrera política que seguro será fructífera para él. Aparte de la poca preparación, ni siquiera necesita ser honesto. Casos vemos a montones, incluso grabados en pleno acto de corrupción. Pero ahí siguen en el poder, porque el sufragante considera que ese ladrón siempre será mejor o menos peor que el adversario.

Lastimosamente, esa gente es la mayoría. A veces, me pregunto incluso si los que viven en un termo son ellos o somos nosotros. De lo que estoy seguro es de que son cómplices de la corrupción, son cómplices del planillero y son también culpables de la falta de camas en hospitales.

No pretendo con esto restar responsabilidad a la clase gobernante, pero da rabia que, pese a la paupérrima gestión, aún tengan defensores. Es innegable que son muchos. Las consecuencias las sufrimos nosotros. Mientras, ahí están ellos, los vemos a diario, inconscientes, con la música fuerte para no escuchar la realidad hasta que esta llega y los aplasta.

jorge.gini@abc.com.py

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