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De hecho que la infraestructura vial, aulas y las obras públicas en general son necesarias y responsabilidad del municipio. Sin embargo, al menos en esta ciudad se tiene la suerte de contar con recursos asegurados para esos menesteres, gracias a la ley de resarcimiento, royalties y Fonacide. Son casi 10 millones de dólares anuales que, a pesar del mal uso de estos fondos por los administradores de turno, viene haciendo la diferencia en infraestructura vial y turística.
Por tanto, las autoridades municipales presentes y futuras deben dedicarse a ser gestores de empresas y cazadores de inversionistas cada día de los 5 años que duran sus mandatos. Las cuestiones básicas del servicio municipal deben encargarse a técnicos serios que distribuirán los recursos equitativamente de acuerdo a las necesidades a ser priorizadas.
El gran dilema de Salto es su presente y su futuro económico. El comercio fronterizo, que bien o mal hoy sigue siendo su sustento, está en agonía permanente y antes que termine de sucumbir, se debe encontrar o construir un nuevo pilar económico para la ciudad.
Y lo que más a mano se tiene en ese sentido son las empresas brasileñas que tienen interés de venir a maquilar en Paraguay. Un empresario local demostró que sí es posible traer esa clase inversionista. Una sola empresa de pequeño porte está dando 50 empleos directos y ya empezó a exportar.
Por tanto, en vez de gastar su precioso tiempo y el de la gente en patéticas y reiterativas promesas electoralistas, las futuras autoridades deberían desde ya presentar propuestas de desarrollo comercial e industrial y trabajar con el sector privado para traer fuente de trabajo, y todos los beneficios que represente una industria.
Lo que menos necesita una ciudad como Salto del Guairá son concejales o intendente haraganes como los de ahora, que de tan incapaces ni siquiera pueden invertir correctamente los recursos que generosamente el Estado les provee.