Acudiendo nuevamente a la literatura para hacer referencia a la adulonería, podemos citar al filósofo alemán Friedrich Nietzsche, quien cataloga la amabilidad excesiva como una astucia de los cobardes.
La semana pasada, durante la inauguración de un polideportivo en la ciudad de Curuguaty, se armó una ronda de fanáticos de Mario Abdo Benítez para celebrar un gol cantado. Es algo parecido a lo que los adultos hacen con los niños cuando los instan a patear la pelota y luego les aplauden al grito de gol.
Antes del remate, Abdo advirtió que es el presidente y que, como tal, no puede errar. Lastimosamente, ese gol fue casi en lo único en lo que hasta ahora no ha fallado. Si colocáramos esto en una tabla de diferencia de goles, nuestro cuestionado delantero quedaría en -100.
Esa misma corte de aduladores debe ser la que le aplaude la adquisición de camionetas 4x4 en lugar de ambulancias, que tanta falta hacen en medio de esta pandemia. Si el presidente no es crítico consigo mismo, que por lo menos trate de rodearse de gente más eficaz o que lea los diarios y salga a las calles, donde está la gente necesitada de vacunas, medicamentos y oxígeno.
Mario Abdo lo dijo hace unos meses: Hace rato que no se informa, solo lee la biblia. El presidente vive otra realidad, viajando en cerradas camionetas a inaugurar rutas y polideportivos que no me atrevo a decir que no hagan falta, pero que, en este momento, no deberían verse como su prioridad. Es otra la guerra que enfrenta nuestro país y la estamos perdiendo por falta de estrategia. Su nula visión está dejando en duelo y en ruinas a miles de compatriotas.
Las vacunas llegan a cuentagotas y, además, no se aplican de forma masiva por un problema de logística y deficiente campaña de comunicación. Semana tras semana nos llenan con promesas de la llegada de más dosis que siempre son insuficientes a pesar de que por ellas ya se han pagado poco más de 31 millones de dólares.
Hasta el momento, nuestro país recibió 484.400 dosis y solo 63.021 personas han sido completamente inmunizadas, o sea, recibieron las dos dosis. Además, basándonos en la experiencia, tenemos derecho a pensar que sigue y seguirá habiendo vacunados vip.
Los errores del Gobierno, hoy más que nunca, cuestan vidas. Necesitamos que el presidente deje de fallar. Que se aparte de su corte de aduladores, que pise la tierra o se retire a vivir la vida tranquila que siempre tuvo.
Es difícil ser optimistas cuando el arquero se queda parado bajo los tres palos y cuando estos aduladores siguen aplaudiendo goles cantados. Al igual que en el infierno de Dante, los paraguayos debemos tener un lugar para ellos: el castigo mediante el voto, la justicia, la llanura. Nunca más.