Para llegar a vivir una intensa amistad con Dios, y un sentido fraterno de la realidad, no sirve cualquier camino, es decir, cualquier estilo de vida.
Jesús hoy nos recomienda entrar por la puerta angosta, para llegar a la verdadera felicidad.
El Señor llama nuestra atención para falsas seguridades que pueden despistarnos, indicando gua’u que estamos muy cerca de Él. No basta sencillamente pertenecer a un pueblo que se dice “cristiano”, que sin embargo, exhibe niveles deshumanos de marginación social, y seguramente con la colaboración de este que se jacta de ser “fiel cristiano”.
No es suficiente participar de algunos rituales religiosos, que podemos llamar Misa, rosario, novenario y procesión, pero que no conducen a un serio compromiso de buen samaritano, pues están en función de que “yo me sienta bien y esté en paz conmigo mismo”: es el tremendo riesgo del egocentrismo espiritual.
En definitiva, el gran peligro es uno excluirse a sí mismo del Reino de Dios, y al suplicar que se le abra la puerta del Paraíso, escuchar del Justo Juez: “No sé de dónde son ustedes. Apártense de mí todos lo que hacen el mal”.
El camino ancho del dinero mal habido, del contrabando, del narcotráfico, de la promiscuidad sexual, de la estafa, que envenena la existencia de tantas personas, lleva a la perdición, cosa que el Señor no quiere para ninguno de sus queridos hijos.
Pero desea que tengamos el valor de entrar por la puerta estrecha, que es apartarse de la soberbia, de derrochar millones en vanidades, y de querer lucirse con, supuestamente, “buenas obras”.
Es, asimismo, ser un luchador infatigable por la honestidad en nuestro país, a pesar de todas las culebras y lagartos que hay que tragarse en este menester.
Entrar por la puerta angosta también es guardar el Domingo como día del Señor, día de la comunidad y día de alegrarse por la Resurrección de Cristo. No podemos sencillamente dividir la vida en tiempo de trabajo y tiempo de farra: lo mejor de nuestro domingo debe ser la participación feliz en la Santa Misa.
Andar por el tape po’i es pedir la luz del Espíritu Santo para entender que “hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos”, de tal modo que desarrollemos constantemente nuestros talentos, seamos generosos al compartirlos, sin alimentar envidia hacia nadie.
Paz y bien.