Ya en este punto nos sorprenden varias cosas: A pesar de su situación legal, este señor coordina personalmente o a través de terceros un encuentro con una periodista, quien junto al medio que representa mantiene todo en secreto, en una clandestinidad que asegura los intereses de ambas partes. Por el lado del entrevistado, se encargará de dar su versión particular de los hechos, con fines que solamente conocen su abogado defensor y él, mientras por el lado del medio periodístico claramente cuidan el excelente material que tienen entre las manos, a todos los efectos.
Este estilo de entrevistas no es nuevo: Desde hace décadas, en todo el mundo políticos exiliados, militares perseguidos, prófugos de la justicia y personajes de distinta clase ofrecieron declaraciones desde la clandestinidad, dándose situaciones muy particulares en las mismas. Primero, determinado periodista (también pueden ser personas conocidas de otros ámbitos) son elegidos para el efecto, ya sea por su postura particular, trayectoria, forma en la que trasmite las noticias o cualesquiera otros motivos; luego tenemos un libreto previo que define los temas, preguntas y tenor de la entrevista, que claramente direcciona el entrevistado. Hasta la ambientación del lugar en que se lleva a cabo (cuando son filmadas) y la música de fondo son impuestas al comunicador. La única limitación a que acepte estas condiciones lo es la discutida ética profesional, aunque por lo general la balanza se vuelca del lado de la obtención de la noticia, que vende y muy bien.
La función del comunicador de trasmitir a la audiencia datos y hechos concretos resultará entonces del escenario descripto, a partir del cual se dan preguntas y respuestas a partir de las cuales la opinión pública debe sacar sus conclusiones. Relajado, demasiado quizás, el entrevistado se refirió a varios casos de conocimiento público y -también algo muy en boga- deslizó comentarios acerca del mayor o menor involucramiento de algunas personas en ellos.
Abusando de la ventaja de tener a su disposición el micrófono, sin asumir en realidad demasiada responsabilidad y en un contexto en el que, mirando la postura del entrevistado y la actitud del entrevistador, casi se podría percibir una apología al tráfico de influencias ejercido por Marcet, muy pagado de sí trasmite el siguiente mensaje usando solamente otras palabras: “Mirá lo cómodo que estoy, las autoridades actúan a mi favor y todo conspira para que me salgan bien las cosas”. Tal vez se le escapó, pero en un aspecto, quizás el único, demostró humanidad y sobre todo responsabilidad por sus actos: Manifestó ante la cámara que su familia y allegados no tienen nada que ver con sus “negocios”. Y en ese punto se equivocó, a pesar de su aparente buena intención: Todo lo que hacemos y también dejamos de hacer afecta en mayor o menor medida a nuestro entorno.
La estructura de las noticias ha cambiado radicalmente, tanto en la forma como en la velocidad. A la falta de ellas que adolecíamos hasta hace poco más de una década, en donde teníamos pocos datos de los hechos y generalmente de un solo medio o tendencia, ahora pasamos a ser bombardeados en tiempo real con novedad sobre novedad que debemos saber administrar. La misma noticia tendrá matices distintos según provenga de un medio u otro, que a su vez se alimentan de cadenas internacionales, igualmente tendenciosas.
Ante tanta libertad, muchas veces mal aprovechada, se realiza una suerte de repartición de la responsabilidad entre los medios informativos, sus entes reguladores y por último aquéllos a quienes van dirigidas las noticias: Los primeros, deberán basar su trabajo sobre la ética, la novedad y por sobre todo, la verdad sin tintes particulares o sectarios. Los entes reguladores cuidarán que los primeros cumplan con las reglas de juego impuestas por la ley y por último la opinión pública, tiene la enorme responsabilidad -a su vez privilegio y obligación-, de saber elegir qué campana escuchar y no sacar conclusiones precipitadas.
Con muchas luces y también algunas sombras, estamos viviendo el mejor momento histórico de la información. Ésta fue siempre manejada y moldeada por intereses fácticos, pero en los tiempos actuales existe el enorme contrapeso de la libertad, por lo menos en la mayor parte del mundo y particularmente en el lugar en que estamos ubicados. Así, hagamos uso de ella, sepamos a quién escuchar y qué información desechar, y asumamos la responsabilidad de las conclusiones a las que lleguemos.